No se ha establecido con certeza cuando se pasó de la foto del niño o la niña que la madre, padre o abuelos publicaba en las redes sociales porque estaba repleto de orgullo por su criatura o por el éxito alcanzado por este; aunque cuando esta crecía al verse en las redes de sus padres, se avergonzaba.
Ahora tenemos una discusión nueva, la creación de cuentas de redes sociales por parte de padres para sus hijos menores de edad con el propósito de comercializar productos y servicios.
Este es un tema que ha suscitado un intenso debate sobre la ética y la explotación infantil.
Esta práctica, que a menudo implica la presentación constante de la vida del niño a una audiencia pública, plantea varias preocupaciones que merecen ser analizadas desde diferentes perspectivas.
Las redes sociales se han convertido en una herramienta poderosa para el marketing y la promoción de productos. ‘Influencers’ y celebridades a menudo ganan grandes sumas de dinero a través de colaboraciones con marcas. Sin embargo, cuando los protagonistas son niños, las implicaciones son más complejas. Los padres, en algunos casos, gestionan cuentas que presentan a sus hijos en actividades diarias, viajes, juegos y, frecuentemente, en promociones de productos.
Ya la práctica señalada se ha normalizado en todo el planeta y desde un punto de vista legal, las leyes sobre el trabajo infantil varían significativamente de un país a otro. No obstante, muchos marcos legales no están preparados para abordar las particularidades del trabajo infantil en el ámbito digital, según expertos.
En algunos países, las regulaciones sobre trabajo infantil protegen a los menores de la explotación económica, pero estas leyes a menudo no se extienden al trabajo en redes sociales.
Los derechos del niño, según la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, incluyen el derecho a la privacidad, al descanso y al ocio, y a no ser explotado económicamente. La comercialización de productos a través de las redes sociales puede poner en riesgo estos derechos, especialmente si los niños están obligados a actuar o posar de manera que interfiere con su desarrollo y bienestar.
Algunos argumentan que estas prácticas son una forma de explotación infantil. La exposición constante puede afectar negativamente la privacidad y el bienestar emocional del niño.
Además, la presión de mantener una presencia en línea puede interferir con la educación y el tiempo libre del menor, esenciales para su desarrollo.
Por otro lado, algunos padres y defensores sostienen que esta práctica puede ofrecer oportunidades significativas. Las ganancias económicas generadas pueden ayudar a financiar la educación del niño, sus actividades extracurriculares y su futuro. Además, aseguran que, si se maneja de manera adecuada, con horarios y condiciones que respeten el bienestar del niño, no necesariamente se traduce en explotación.
Responsabilidad y ética parental
La responsabilidad de los padres en este contexto es crucial. Deben considerar cuidadosamente el equilibrio entre las oportunidades financieras y el bienestar integral de sus hijos.
Es vital establecer límites claros sobre el tiempo dedicado a actividades en redes sociales, asegurarse de que el niño disfruta de estas actividades y proteger su privacidad.
La sociedad del espectáculo
Aunque los protagonistas de la sociedad del espectáculo –los influencers- piensen lo contrario, se puede ver la referida práctica como una forma de explotación si se realiza sin considerar los derechos y el bienestar del niño.
La falta de regulación específica en muchos países añade una capa de complejidad a esta práctica.
*Por Miguel Otañez