La expedición de junio de 1959 vista desde hoy

Por Roberto Cassá*
Parte I
Gracias a las investigaciones realizadas y a las memorias de los participantes, se cuenta con un conocimiento suficiente de los hechos vinculados a junio de 1959.
Esa gesta es uno de los episodios de mayor trascendencia en la historia dominicana, pero aún quedan aspectos de ella que continúan relativamente poco esclarecidos y otros que resultaron opacados debido al silenciamiento y la deformación que practicaron las autoridades de la dictadura, orientadas por el propósito de ocultar su contenido liberador y la orgía de torturas y asesinatos con que fueron martirizados los expedicionarios apresados.
Como es bien conocido, los testimonios se redujeron al grupo de expedicionarios que siguió al comandante Gómez Ochoa. Por otra parte, en su inmensa mayoría, los habitantes de las comarcas rurales apoyaron las acciones del ejército trujillista, de manera que se generó un malestar traducido en un manto de silencio.
En medios dirigentes se deformaron importantes incidencias vinculadas a la expedición. Además, se ha obviado que únicamente en esas condiciones Fidel Castro decidió asumir los riesgos de apoyar a los exiliados dominicanos. Confusas leyendas se han tejido acerca de una supuesta falta de compromiso del régimen cubano.
En el mismo orden, el fracaso militar inmediato llevó a los involucrados a soslayar planos posibles para una evaluación de lo acontecido. Probablemente, la dirigencia de Cuba optara por tomar distancia ante el requerimiento de ponderar las causas del revés de una experiencia pionera derivada del paradigma guerrillero de la Sierra Maestra.
Rastros del 14 de junio
Tales limitaciones no han sido obstáculo para que se tracen balances. Desde luego, existen márgenes de interpretación, tanto acerca de lo ocurrido en junio de 1959 como sobre sus repercusiones en los años siguientes. Queda a consideración la pertinencia de la expedición en relación con la capacidad militar de sus participantes.
La facilidad con que la dictadura aplastó a los antitrujillistas sugiere, al menos, graves equívocos en los análisis realizados por los actores. Desde 1962, se creó una suerte de consenso acerca del efecto sustantivo de la expedición. Hoy se puede reafirmar que el sacrificio de los expedicionarios se constituyó en el eslabón central de la crisis histórica de la dictadura.
Junio de 1959 se insertó en una cadena de eventos y procesos que fueron socavando el orden autocrático. Desde el avance de los guerrilleros de la Sierra Maestra comenzaron a removerse los fundamentos de las dictaduras en el Caribe. Se presentaba algo inédito: el derrocamiento de la dictadura de Batista comportó la destrucción del ejército y el surgimiento de un orden que se proponía hacer realidad anhelos ancestrales de justicia en América Latina.
Está registrado que antitrujillistas, del exilio y del interior, comenzaron a movilizarse a partir de 1958, aun fuese de manera limitada, siguiendo los ecos de la Sierra Maestra.
