Una de las conquistas de la Constitución de 1994 fue la instauración del sistema de doble vuelta para escoger al presidente y vicepresidente de la República.
Ese sistema permite que quien alcance la Primera Magistratura lo haga con una representatividad incuestionable, pero también ha llevado a generar consensos y alianzas políticas que sirven para una mejor gobernanza.
Algunos recelan de la relevancia que este sistema le da a pequeñas fuerzas políticas, olvidando quizás que una democracia requiere tener en cuenta la representatividad de las minorías.
Una cosa es cuestionar el accionar de los partidos con poca militancia y otra muy distinta es negarle la posibilidad de incidir en las grandes tomas de decisiones.
Gran parte del cuestionamiento al requerimiento de obtener más de la mitad de los votos para declarar un ganador en las elecciones presidenciales ha sido por la vocación clientelista de muchos de esos partidos.
Pero la solución no es alterar el sistema de elección, sino requerir mayor control social a las organizaciones políticas sin importar el tamaño de su militancia.
La democracia dominicana ha salido ganando desde que se instauró el sistema de la doble vuelta y, como dicen por ahí, lo que está bien no se arregla.