Sobre el enfoque obsesivo en Venezuela
· ¿Por qué existe una preocupación tan selectiva e intensa hacia Venezuela, que eclipsa otras crisis humanitarias de similar o mayor magnitud?
· ¿Sobre qué bases se nos pide asumir de manera incuestionable que Nicolás Maduro es un “dictador”, un término cargado de implicaciones que justifican cualquier acción en su contra?
· ¿A qué se debe la desesperación de algunos sectores por ver una intervención militar extranjera en un país soberano, una solución que la historia ha demostrado ser catastrófica para los pueblos?
· ¿Por qué, de manera tan frecuente, reproducimos acríticamente los marcos narrativos de los grandes medios de comunicación y las agendas del poder imperial, convirtiéndonos en eco de sus intereses?
Sobre la selectividad de la indignación global
Resulta profundamente contradictorio observar este fervor aplicado de manera tan desigual.
· ¿Por qué la misma voz que clama contra Venezuela se vuelve un susurro o un silencio cómplice ante los más de 65.000 seres humanos palestinos asesinados por Israel, según cifras de organismos internacionales? La escala de esta tragedia parece diluirse en la indiferencia o en justificaciones geopolíticas.
· ¿Por qué no genera un repudio unánime y acciones concretas que Estados Unidos reciba con honores al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, a quien su propia inteligencia vinculó con el brutal asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi? La respuesta parece estar en la lógica del capital: Arabia Saudita ha invertido, comprometido y comprado activos por un valor que supera los 200.000 millones de dólares en la economía estadounidense en los últimos ocho años. Es una monarquía absoluta con un historial deplorable en derechos humanos, especialmente hacia las mujeres, pero su riqueza la convierte en un socio estratégico, no en un paria.
Sobre la hipocresía en la “Guerra contra las Drogas”
La narrativa de la lucha antidrogas, a menudo utilizada para presionar a países como México, es un “cuento” cuya credibilidad es tan baja que “ni los niños se lo creen”.
· Si el problema es tan grave, ¿dónde están los grandes capos narcos estadounidenses? ¿Quién introduce la droga en los Estados Unidos, quién la distribuye en sus ciudades y quién se queda con los billones de dólares de beneficios?
· No se puede ignorar un hecho fundamental: Estados Unidos es el mercado número uno de consumo de estupefacientes del mundo. La demanda interna es el motor principal del negocio.
· Respecto al fentanilo, la droga que hoy causa estragos en Norteamérica, su origen se remonta a la farmacéutica Janssen, que fue comprada en 1954 por la estadounidense Johnson & Johnson. Si un líder como Donald Trump desea combatir seriamente las drogas, debería empezar por investigar a fondo su propio patio trasero industrial y financiero. Si México es hoy el mayor productor de fentanilo ilícito, ¿la solución propuesta por algunos sectores en Washington será invadir México? La idea, por absurda que suene, revela la profundidad del irracionalismo.
La falsedad del “Cártel de los Soles” y el verdadero motivo
Los países que históricamente han sido señalados como los mayores productores de drogas son México, Colombia, Perú y Bolivia. Entonces, ¿por qué se intenta cercar a Venezuela con la narrativa de un supuesto “Cártel de los Soles” dirigido por Maduro, una acusación ampliamente documentada como un invento político por analistas independientes?
La respuesta, una vez más, parece transparente: el petróleo. Las vastas reservas de crudo venezolano son el botín real detrás de la campaña de agresión.
Una conclusión sobre la traición y la soberanía
Quien desde dentro de un país pide una invasión extranjera contra su propia patria es, por definición, un traidor. Pero cuando los ciudadanos de un país que ha sido invadido en múltiples ocasiones (como muchas naciones latinoamericanas) piden esa misma violencia para una nación hermana, no son solo traidores, sino estúpidos estratégicos. Parecen ignorar que las bombas, eventualmente lanzadas sobre Venezuela, no distinguirán entre “chavistas” y civiles inocentes; el dolor y la destrucción serán para todo un pueblo.
El papel de República Dominicana y el legado de Bolívar
República Dominicana comete un error histórico y moral cuando se presta a colaborar con el juego geopolítico de los Estados Unidos, facilitando una potencial agresión militar contra la patria de Simón Bolívar. Es la misma Venezuela que acogió con honor y solidaridad a Juan Pablo Duarte, nuestro padre fundador, cuando fue expulsado por los enemigos de la independencia dominicana y condenado a morir lejos de su tierra, solo y en el exilio.
Nuestro país, en coherencia con su propia historia de lucha por la soberanía, debe trabajar para que América Latina sea una zona de paz, no un campo de batalla para las potencias. Nuestro deber es contribuir al diálogo y a la solución pacífica de controversias, no a la agresión y al saqueo de los recursos naturales de un pueblo hermano. La solidaridad latinoamericana no es una opción, es una necesidad histórica para sobrevivir con dignidad en un mundo de imperios.