Entender la relación que mantiene México con su vecino del norte no es un asunto fácil ni para los propios mexicanos ni para los ciudadanos de otros países. Lo que es una realidad es que esté quien esté en la Casa Blanca la relación es compleja y difícil.

Contrario a lo que se esperaba la llegada del izquierdista Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México no significó un cambio en la diplomacia mexicana hacia el ex presidente Donald Trump.

El expresidente mexicano Enrique Peña Nieto fue muy criticado por haberlo recibido en Los Pinos ya que Trump aprovechó el momento como un acto de campaña, y después siguió humillando a México.

Cuando AMLO llegó a Palacio Nacional se esperaba que iba a diseñar una diplomacia en la que le iba a poner un alto al ex presidente norteamericano ya que durante su campaña presidencial se mostró dispuesto a enfrentarlo y hasta escribió el libro Oye, Trump.

Pero para sorpresa de muchos AMLO ha adoptado una postura de enfrentamiento ahora con el presidente Joe Biden, quien seguramente defenderá los intereses de su país, pero no busca presionar a México con aranceles ni cuenta entre su base social con milicias neonazis y supremacistas blancos que odian a los mexicanos.

Las señales que AMLO ha enviado se han interpretado como una confrontación con Estados Unidos. Su tardanza en felicitar a Biden, ofrecer asilo político a Julian Asange, no condenar los hechos de violencia en Washington DC (el asalto al capitolio) y expandir leyes para controlar y limitar a las agencias de seguridad de Estados Unidos que operan en México.

Luego en un hecho sin precedentes en la cooperación bilateral, México desechó las acusaciones e hizo público el expediente que le entrego la justicia estadounidense sobre las acusaciones contra el exsecretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos; que fue exonerado por parte del fiscal general de México, Alejandro Gertz Manero.

La exoneración de Cienfuegos ha sido interpretada, por diversos analistas de seguridad, como la forma de mantener la línea de apoyo a los militares que se han convertido en los actores sobresalientes de la política de Andrés Manuel López Obrador (tal vez recuerda el derrocamiento de Salvador Allende).

Durante la 4T la armada y la Marina han visto aumentar sus beneficios y se les han ampliado sus atribuciones que van desde construir bancos o aeropuertos, responsabilizarlos de la aplicación de la vacuna contra el coronavirus hasta hacerse cargo de la contención de migrantes en la frontera.

Mientras que, durante el gobierno de Trump, López Obrador ignoró su violento antimexicanismo en las últimas semanas ha cambiado su narrativa.

Ahora ha regresado al uso de una narrativa nacionalista y defensiva, amparada en la evocación de los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, que es interpretada como una estrategia con vista a las elecciones intermedias que se llevarán a cabo el próximo 6 de junio para la elección de 500 miembros de la cámara de diputados federales.

La duda es si con ese discurso AMLO podrá conseguir votos para Morena, su partido, en la próxima contienda electoral. El tiempo dirá si el antiyanquismo que muestra ahora le da votos.

Lo que si queda claro es que el gobierno de AMLO pagará un alto costo si no busca tener una buena relación con el gobierno de Biden ya que los problemas no son pocos en un año de difíciles problemas nacionales y globales por el coronavirus y sus efectos económicos.