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La ciudad que nunca duerme se vira hacia la izquierda

Por Julio Disla

La noticia que hace unos meses parecía apenas una hipótesis militante se confirmó: Nueva York eligió alcalde a Zohran Mamdani, un demócrata socialista, hijo de inmigrantes, formado en las luchas de barrio y respaldado por el entramado organizativo progresista más potente que ha tenido la ciudad en décadas.

La agencia AP lo describió como una “victoria histórica”, que derrotó a figuras con más nombre, más dinero y más conexiones, y que, además, movilizó a más de dos millones de votantes, el mayor nivel de participación en más de 50 años.

Que esto haya ocurrido en el centro del monstruo de la capital financiera del imperialismo tiene un valor político inigualable: la ciudad del capital acaba de decir que quiere una política que ponga límites al capital. Y lo hizo, además, pese a la campaña de miedo lanzada por Donald Trump, que lo llamó “comunista al 100%” cuando ganó la primaria demócrata, intentando nacionalizar el tema y demonizarlo ante el electorado moderado.

1. De asambleísta socialista a alcalde de Nueva York

Para entender la magnitud del salto, hay que recordar que Mamdani no es un improvisado. Desde 2021 representaba a Astoria, Queens, en la Asamblea del Estado de Nueva York, donde ya actuaba como parte del bloque de socialistas electos, impulsando vivienda pública, transporte accesible y protección a inquilinos.

En octubre de 2024 anunció su candidatura a la alcaldía con un programa que hoy podemos llamar, sin exagerar, de reforma social urbana radical: autobuses gratis, congelación de rentas estabilizadas, expansión de vivienda asequible, guarderías públicas universales y un aumento gradual del salario mínimo hasta 30 dólares para 2030. Lo más audaz era que explicó cómo lo pagaría: con aumentos de impuestos a los más poderosos y ricos, a las grandes corporaciones y a ingresos superiores al millón de dólares, además de revisar exenciones a grandes universidades y propiedades privilegiadas. Esa agenda lo situó claramente en el ala izquierda del Partido Demócrata local.

Su primera gran demostración de fuerza fue en junio de 2025, cuando ganó la primaria demócrata derrotando nada menos que al exgobernador Andrew Cuomo, lo que la prensa presentó como evidencia de que la maquinaria progresista —no la maquinaria tradicional demócrata— es la que hoy tiene capacidad real de movilizar barrios enteros en Nueva York.

2. ¿Quién lo sostuvo? La constelación progresista

La victoria de Mamdani no salió de la nada. Hay, como mínimo, tres niveles de apoyo:

Estructura socialista y de base: Mamdani es miembro de los Democratic Socialists of America (DSA), la mayor organización socialista de EE. UU., con alrededor de 100 000 miembros y presencia muy fuerte en Nueva York. La DSA ya había probado que podía elegir congresistas (AOC), senadores estatales y asambleístas; ahora demuestra que puede llegar al gobierno de la ciudad más grande del país.

Alianzas con el progresismo electoral: el Working Families Party (WFP), que no siempre se define como socialista pero que acompaña a los mismos sectores, ayudó a tejer la coalición y a darle un piso electoral más amplio, especialmente en Brooklyn y Queens. Analistas conservadores admiten que la primaria que ganó Mamdani fue “la señal más clara de que un nuevo tipo de jefe político domina la política demócrata de Nueva York”, refiriéndose precisamente al bloque WFP–DSA.

Redes comunitarias e identitarias: Mamdani es parte del Muslim Democratic Club of New York y de plataformas multiétnicas que se han fortalecido en la ciudad en la última década. Esa base le dio legitimidad en barrios con alta población migrante, que se vieron directamente interpelados por un candidato que hablaba de alquiler, transporte, comida y estatus migratorio en el mismo párrafo.

A esto hay que añadir un dato que destacan los medios nacionales: no fue solo Nueva York. El mismo ciclo electoral trajo victorias progresistas en zonas del “interestatal” y otros condados, lo que indica que hay una ola de izquierda más amplia dentro del Partido Demócrata del estado. Es decir, Mamdani es la cara más visible, pero no un fenómeno aislado.

3. La derrota del poder del dinero

En mi primer texto dije que “el poder del pueblo organizado derrotó el poder del dinero”. Hoy los números lo confirman. De un lado estaba una candidatura apoyada por sectores empresariales, por figuras del establishment demócrata y por medios que advertían del “peligro socialista”; del otro, una campaña de puerta a puerta, donaciones pequeñas, brigadas juveniles y trabajo de base en Brooklyn, el Bronx y Queens. La participación de gente que nunca había hecho política —como mi sobrina Jashira Rodríguez, que no solo votó, sino que se convirtió en agitadora— es la prueba viviente de que la campaña logró sacar del letargo a sectores populares que suelen abstenerse.

La prensa nacional subrayó que fue una campaña “populista y de redes sociales” que desbordó a dos candidatos con más experiencia y más dinero, y que convirtió a Mamdani en el alcalde más joven de la ciudad en más de un siglo.

4. El contexto dentro del Partido Demócrata

Esta victoria llega en un momento de desorientación del Partido Demócrata a nivel nacional. Una nota de Al Jazeera lo dijo claro: el triunfo de Mamdani “ha sido visto como una llamada de atención para un Partido Demócrata apático”, porque demuestra que la energía está en la izquierda, no en el centro.

En Nueva York esa disputa se ve más nítida: el viejo aparato demócrata —que dominó alcaldías con figuras moderadas, abiertas al gran capital, al real estate y a la policía— está siendo desplazado por una coalición que habla de transporte gratuito, control de alquileres, impuestos a los ricos y política exterior solidaria (Mamdani fue muy crítico del sionismo israelí y apoyó el BDS, lo que no le impidió ganar la primaria ni la elección general).

Es decir: la izquierda ya no es el ala testimonial del Partido Demócrata en Nueva York; es la que gana primarias difíciles, la que marca la agenda y la que ahora pondrá al alcalde.

5. ¿Un modelo para el país?

La pregunta que hice en el primer texto —“¿un modelo para el país?”— hoy tiene más sentido. La elección de Mamdani ocurre en un momento en que Trump, desde su posición nacional, amenaza con retener fondos federales a las ciudades que no se plieguen a su línea, lo mismo que intentó hacer con ciudades “santuario” en su anterior mandato. Eso quiere decir que el nuevo Gobierno de Nueva York tendrá que convertir la mística electoral en políticas concretas y, a la vez, resistir el chantaje económico. La prensa pública estadounidense ya lo formula así: “Nueva York ha elegido un alcalde socialista. ¿Qué significa eso?”.

Si lo logra —si convierte en realidad los autobuses gratis, la ampliación de vivienda, el salario más alto y la política fiscal progresiva— entonces no solo se consolidará en Nueva York, sino que mostrará a otras ciudades que la organización de base sí puede vencer al dinero y que se puede gobernar desde la izquierda en el mismo corazón del capitalismo mundial.

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