La ciberdelincuencia dejó de ser una amenaza aislada para convertirse en una crisis global que afecta a empresas de todos los sectores.
Solo en la primera mitad del año, República Dominicana registró más de 233 millones de intentos de ciberataques, situándose como el tercer país más atacado de la región, según datos de FortiGuard Labs.
Los atacantes ya no actúan por azar: observan, planean y se infiltran de forma silenciosa durante semanas, aprovechando vulnerabilidades, comprando accesos robados y explotando la confianza humana mediante correos de phishing cada vez más sofisticados.
Una vez dentro del sistema, el atacante se mueve con sigilo, usando las propias herramientas del entorno para no ser detectado. Su meta no es solo irrumpir, sino permanecer y encontrar información de valor comercial, operativo o estratégico.
Roba credenciales, cifra datos o extrae archivos sin dejar huellas visibles, camuflando su actividad entre el tráfico legítimo de la red. En esta fase, el peligro se vuelve interno y casi invisible: la organización cree estar operando con normalidad, mientras la intrusión avanza.