
La Basílica Menor, centro de la vida de la antigua capital de América, fue construida por los maestros Luis de Moya y Rodrigo de Liendo, padre e hijo, por mandato del primer arzobispo que ocupó la sede, Alejandro Geraldini.
Su construcción se prolongó del primer cuarto del siglo XVI hasta avanzado el siguiente siglo. Nada extraño en la época, en la que este tipo de construcciones magníficas se levantaron por etapas a través de años y centurias.

El aspecto exterior de la catedral es imponente. Su fachada principal oeste es de estilo renacentista, llamado plateresco en España, lo que implica el modo en que los plateros decoraban un objeto funcional con elementos ornamentales.
Está concebida a modo de un enorme retablo de piedra, coronado por un ósculo gótico como lucernario para iluminar los primeros tramos del interior del templo.
La fachada
La fachada se desarrolla alrededor de dos enormes portones de acceso, coronados por arcos de medio punto y divididos por una graciosa columna corintia que avanza hacia el exterior para producir, junto al abocinamiento de las arcadas sobre las puertas, el sentido de perspectiva en profundidad que define el arte de ese momento.
A ambos lados de las puertas de entrada, se encuentran varias hornacinas que contienen imágenes pétreas de los apóstoles Pedro y Pablo, así como los cuatro evangelistas, con los símbolos que los identifican.
