La Basílica Menor, centro de la vida de la antigua capital de América, fue construida por los maestros Luis de Moya y Rodrigo de Liendo, padre e hijo, por mandato del primer arzobispo que ocupó la sede, Alejandro Geraldini.
Su construcción se prolongó del primer cuarto del siglo XVI hasta avanzado el siguiente siglo. Nada extraño en la época, en la que este tipo de construcciones magníficas se levantaron por etapas a través de años y centurias.
El aspecto exterior de la catedral es imponente. Su fachada principal oeste es de estilo renacentista, llamado plateresco en España, lo que implica el modo en que los plateros decoraban un objeto funcional con elementos ornamentales.
Está concebida a modo de un enorme retablo de piedra, coronado por un ósculo gótico como lucernario para iluminar los primeros tramos del interior del templo.
La fachada
La fachada se desarrolla alrededor de dos enormes portones de acceso, coronados por arcos de medio punto y divididos por una graciosa columna corintia que avanza hacia el exterior para producir, junto al abocinamiento de las arcadas sobre las puertas, el sentido de perspectiva en profundidad que define el arte de ese momento.
A ambos lados de las puertas de entrada, se encuentran varias hornacinas que contienen imágenes pétreas de los apóstoles Pedro y Pablo, así como los cuatro evangelistas, con los símbolos que los identifican.
Toda esta fachada esta unificada por un enorme friso, ornamentado con volutas continuas, de inspiración vegetal que se unen al centro, alrededor de un busto naturalista de una joven, cuya identidad se ignora.
Como pieza central de la fachada, aparece un escudo con las armas del Emperador Carlos V, sostenido por el águila bicéfala que tiene atrapado entre sus garras, el Toisón de oro.
Las fachadas sur y norte de los portales de entrada, corresponden al gótico isabelino, más sobria la del sur que, sin embargo, contiene la cruz bajo la que se puede asilar cualquier perseguido por la justicia.
En el interior
Al interior se levanta la tribuna del órgano o coro alto, caracterizado por un entablamento proyectado, en donde se distinguen siete cabezas de angelotes, alternando entre las ménsulas. Las expresiones de sus rostros son tan bien logradas que retratan a los clásicos ángeles cantores.
La puerta norte, aunque mutilada por construcciones posteriores, es la que contiene más riqueza arquitectónica gótica. Allí se encuentra el símbolo de la advocación de la catedral, que no es otro que la jarra de lirios de la Anunciación y Encarnación.
Al interior del templo, el barroco y el neoclasicismo, se manifiestan en las cubiertas abovedadas de cañón que cubren las más recientes capillas, las que resultan ser las más orientales del templo.
Sin embargo, es en el mobiliario en donde estos estilos se presentan con mayor esplendor. Por ejemplo, el actual retablo principal del presbiterio, plateresco, es un remanente del antiguo coro bajo que cerraba al público, el espacio sagrado, correspondiente a los primeros tramos de la nave central.
Fue demolido en fecha relativamente reciente.
Coronando las naves laterales y en el interior de algunas capillas, en la zona oriental, aparecen retablos, dorados y policromados, que son muestras de lo más refinado que haya producido el barroco de nuestro país.
Como el retablo de Nuestra Señora de la Antigua, de una sola calle, coronado con peineta. A los pies de la Virgen, Se observan dos donantes que según la tradición, son los reyes Fernando e Isabel.
Fue realizado después de la invasión del pirata Francis Drake quien se robó los ornamentos de oro y plata y piedras preciosas y quemo todo lo que caprichosamente desecho y que se encontraba dentro de la catedral.
El retablo
El retablo esta inspirado en una tabla del siglo XV que se conserva en la primera capilla noroeste, dedicada a la advocación de Nuestra Señora de la Antigua. Según la tradición, esta tabla de grandes dimensiones, fue traída por el Almirante Cristóbal Colón, en uno de sus viajes a la isla, donada por los reyes católicos, cuyos retratos aparecen en los ángulos inferiores, esta capilla, hoy en día, presenta una decoración pictórica, realizada a inicios del siglo XX por Enrique Tarazona, un pintor español radicado en nuestro país.
Tumbas
Como detalles importantes artístico-funerarios, se destaca la tumba del deán Rodrigo de Bastidas que se encuentra en la primera capilla sureste, de estilo gótico, dentro de un retablo de piedra plateresco.
Asímismo la tumba del monseñor Alejandro Geraldini se encuentra en la tercera capilla, al norte, al lado de la puerta de entrada.
Es una enorme urna de piedra apoyada sobre un par de leones.
La capilla que conserva los restos del arzobispo Meriño, un monumental sepulcro de mármol y mosaicos venecianos, posee una cúpula construida totalmente en ladrillos. Después de las obras de liberación realizadas, se puede observar el material de construcción.
Capilla del Sagrario en el interior
Lado sur. La capilla más importante es la del Sagrario, del lado sur, al lado del portal de acceso.
La bóveda de la misma, con nervaduras ornamentales, es casi una cubierta plana, en donde aun pueden observarse trazas de su antigua ornamentación pictórica.
El retablo de la misma, una transición clásico- barroca, tiene un frontispicio de altar, así como el sagrario, en plata pura, totalmente repujados con motivos florales. Esta capilla conserva doce tablas ovaladas, con pinturas de los apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo.
*Por MARÍA CRISTINA DE CARÍAS, CÉSAR IVÁN FERIS IGLESIAS Y CÉSAR LANGA FERREIRA