Jorge Galán, el poeta que desató la ira de los dioses

Jorge Galán, el poeta que desató la ira de los dioses

Jorge Galán, el poeta que desató la ira de los dioses

Jorge Galán

*Por Vianco Martínez

Publicó Noviembre, un libro sobre la matanza de cinco jesuitas en El Salvador, ocurrida la madrugada del 16 de noviembre de 1989, y de inmediato tuvo que hacer las maletas y salir corriendo para ponerse a salvo de la ira de los dioses. “Yo presenté el libro el 11 de noviembre (de 2016), y ese mismo día 11 los jesuitas me tuvieron que llevar al aeropuerto”, ha narrado una y otra vez.

Jorge Galán estará presente en las jornadas literarias de Centroamérica Cuenta, que se realizarán del 16 al 21 de mayo de este año en Santo Domingo y Santiago de los Caballeros.

El libro que motivó su destierro –Noviembre es resultado de una minuciosa investigación sobre el asesinato de Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Armando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y sus colaboradoras, Elba y su hija Celina Ramos.

La masacre fue perpetrada por el batallón Atlácatl, una tropa élite especializada en matanzas de civiles desarmados entrenada por las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos. Y tuvo los auspicios de los altos mandos políticos y militares, en el periodo presidencial del democratacristiano Alfredo Cristiani, un día -como la misma novela describe- en que “la luz más blanca y liviana flotaba sobre la brisa dulce”.

“Aquel día -le contó a Galán un miembro del batallón a quien hizo llamar Juan- el aroma de sangre estaba en el viento como una mancha de una pared, y también había pólvora, y se dio cuenta de que los árboles olían distinto, ya no parecían frescos, un olor terroso, metálico, se esparcía por todos los sitios y se había quedado prendido en las ramas que habían servido como una red. Sangre y pólvora, a eso había olido la universidad toda la mañana y lo que iba de la tarde.”

La recreación que hace Galán del momento del crimen es sencillamente escalofriante:

“…Les dieron instrucciones de aniquilar al enemigo y de fingir un enfrentamiento. Juan dice que los separaron en tres grupos. Dos brindarían apoyo y seguridad, y el tercero efectuaría la eliminación del enemigo. Tenían que ser precisos y certeros, pero para eso los habían entrenado. Esa noche no debían quedar testigos.”

Los testigos, en este caso, eran Elba y su hija Celina Ramos, colaboradoras de los religiosos.

“Los del primer círculo -prosigue Galán- dispararon a la casa de los padres o al Centro Monseñor Romero. Su objetivo era elaborar la escena de un enfrentamiento. Después de un rato se lanzó una bengala. Era la señal de que la misión se había cumplido y había que abandonar el lugar. Poco después otra bengala iluminó la noche. No era más que un énfasis de la primera. Cuando salieron, Juan sabía que los padres que habían visto durante el cateo habían sido eliminados.”

El Salvador estaba en guerra y aquellos hombres de la iglesia estaban mediando entre los bandos para lograr la firma de la paz. Pero el ejército no quería la paz, quería la guerra.

“Ellacuría era un objetivo para los militares -dice una de las voces de Galán- no porque fuera cercano a la izquierda, sino porque ayudaba en el proceso de paz (…). Los militares se estaban haciendo ricos con la guerra y no querían que acabara. Recibían un millón de dólares al día solo de los Estados Unidos y eso es mucho dinero. (…) A veces no reportaban los soldados que morían y se quedaban con sus sueldos. (…) Y no estoy hablando de pocos soldados. No querían la paz. La guerra era su negocio.”

La guerra salvadoreña terminó el 16 de enero 1992, con la firma de los acuerdos de Chapultepec, México, y dejó un saldo de 75 mil muertos -la mayoría civiles-, pueblos arrasados por el ejército y una economía maltrecha. Galán presentó su libro en San Salvador veinticuatro años después, pero aún seguía intacta la maquinaria de muerte instalada por el ejército, protegida por la impunidad que le otorgó el sistema político.

Jorge Galán empezó a recibir amenazas desde que circularon las primeras noticias del libro. “Recuerdo la primera amenaza que llegó. Me impactó, fue una sensación horrorosa. Estaba con alguien en un café y llegó al teléfono. No le dije a la persona lo que sucedía. Fue una sensación muy fea.”

La novela Noviembre obtuvo el III Premio Internacional Humanismo Solidario Erasmo de Róterdam 2016 y el Premio Real Academia Española 2016.

Mas allá de Noviembre, Jorge Galán tiene una obra poética que le ha granjeado un lugar en la literatura hispanoamericana y le ha puesto en las manos varios galardones, entre ellos el Premio Nacional de Poesía de El Salvador y el Premio Casa de América 2016.

En mayo participará en «Versos que cuentan», un recital de poesía, junto a Ioana Nicolaie, de Rumanía; Orlando Mondragón, de México; Lara Moreno, de España; Julio Serrano, de Guatemala; Mario Martz, de Nicaragua; y Soledad Álvarez, de República Dominicana. Es la segunda vez que viene a Santo Domingo en misión literaria.

Después que la muerte le pisó los talones, Galán, poeta de versos blancos y palabra comprometida, vive su exilio en Madrid, lejos de la violencia que estuvo a punto de alcanzarlo. A veces sale a llevar sus versos por el mundo y a contar las tristezas de su tierra.



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