Johnny Ventura, su calle

Johnny Ventura, su calle

Johnny Ventura, su calle

Johnny Ventura

Convencido de que algunas de nuestras avenidas emblemáticas deben llevar nombres de figuras nacionales trascendentales, pienso además, que éstas deben conectar con su legado.

El fallecimiento de don Johnny, como siempre le dije, ha puesto en relieve para quienes no lo sabían, que entre nosotros, los dominicanos, teníamos una figura de relevancia internacional, donde su extraordinario aporte artístico era sin duda, un símbolo de la dominicanidad.

Desde que participó en “La Voz de la Alegría” en 1956, donde quedó ganador de este concurso, sus logros musicales reconocidos a través de 28 discos de oro, y 2 de platino, así como el Grammy Latino en el 2004, y un Grammy a la Excelencia en el 2006, son parte de los premios alcanzados por su compromiso con la excelencia, con un peso mayor si consideramos el espacio, época y retos, que enfrentó para lograrlos.

En lo personal, tuve la oportunidad de conocerle hace más de 10 años en un almuerzo de navidad de la Fundación Global Democracia y Desarrollo, Funglode, donde tuve la suerte de sentarme a su lado; y siendo un apasionado de la historia dominicana, emocionado, no me pude aguantar y le abordé sobre su amigo, el doctor José Francisco Peña Gómez.

Guardo esa conversación como complemento de libros y documentales sobre el tema. Me contó cosas increíbles de momentos históricos importantes, y que desde la admiración y afecto a su entrañable amigo, se despertó en él el deseo de servir al país más allá de su participación en el escenario.

Por demás, obvio, hablamos de música, y mientras me contaba, más crecía mi curiosidad sobre su experiencia en la época que le tocó; ¿cómo decidía dónde llevar el merengue? ¿Cómo lo recibían? ¿Con cuál sobrenombre lo reconocían? Pues además del Caballo Mayor, le decían: La Industria Nacional de la Alegría, El Merenguero del Siglo, entre otros.

Me contó por qué empezó por Puerto Rico y los retos de cruzar continentes a llevar el merengue. Me paré feliz y agradecido de su acogida por compartir con un extraño para él en ese momento.

Siempre atesoré aquella conversación. A partir de ahí siempre me decía “mi hijo”, y así me hizo sentir, cercano; efecto que le escuché sentir a otros en estos días.

Siendo para mí parte de nuestra marca país el turismo, y el merengue, una conexión directa con la cultura nacional, la figura de don Johnny ha tenido todo que ver en la internacionalización de nuestra música, folklore y calor de República Dominicana y su gente.

Su determinación para realizar metas, sueños y obras de aspecto social, lo distingue de entre sus iguales y enaltece su trayectoria de vida al dejar un legado y alcance musical incuestionable, así como también una historia familiar que habla de admiración, formación y respeto.

En tiempos complejos los pueblos recurren a sus héroes, historias de superación y éxito que inspiran respeto y muestran la recompensa del bien hacer y la solidaridad. Por esto, nos llenamos de orgullo al hablar de Juan Marichal, Pedro Martínez o Félix Sánchez, y hoy una gran atleta como Marileidy Paulino.

Johnny Ventura, el Caballo Mayor, merece el Malecón, donde vimos el festival del merengue. “Un grande entre grandes” como leí en estos días a Nuria Piera escribir sobre su amigo. Nos corresponde reconocer a quien fungió como símbolo de la identidad nacional, y promotor por excelencia de la música y baile de nuestro país. Merece que su nombre sea parte del patrimonio cultural y que al contar su historia o escuchar su música, rememoremos su calor humano, y su ejemplo de superación.

*Por Andrés Marranzini



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