Johann Albrecht Friedrich Eichhorn (1779-1856), ministro prusiano de Educación y Bienestar Social, asesor judicial y político, fue a quien se le dedicó el nombre de estas plantas, descritas por primera vez por Hermann zu Solms-Laubach, un botánico alemán, en 1883.
Son conocidas como jacintos de agua, camalote, flor de bora, buchón de agua, aguapey, lechuguín, tarope, tarulla taruya o reyna, pero el pueblo dominicano las prefiere llamar lirios acuáticos, o simplemente lilas. Los jacintos de agua (Eichronias crassipie), contienen una gran cantidad de nitritos y de nitratos, debido a la contaminación ambiental, a la que tiene como nutriente principal.
Son invasoras, con una gran capacidad de propagación; a menudo invade cuerpos de agua que ya han sido afectados por actividades humanas, desequilibrando los ciclos de vida natural en reservorios artificiales o en lagos eutrofiados que reciben grandes cantidades de nutrientes, generando la ocultación de la luz solar sobre la lámina de agua, y dañando la cadena trófica.
La vorágine política y social ha desaparecido el interés por el río Ozama, el mismo que a diario vemos sin ninguna preocupación ni le concedemos ninguna importancia, desde cualquiera de sus cuatro puentes que se usan para cruzar el río.
Uno se pregunta, ¿cuánta información posee el ciudadano común de los riesgos que entraña para la salud y para el ambiente tener un río contaminado como éste, en esas condiciones?, aunque la pregunta debería ser: ¿están los jacintos de agua en un nivel delicado o catastrófico?
A pesar de que hay fundaciones, instituciones públicas, que han lanzado la voz de alerta sobre el río Ozama, o estudios que determinan la contaminación química y bacteriológica de más de un río en el país, la interrelación de factores ambientales que participan en la contaminación del agua está ganando la batalla, todavía no nos permite enfrentarnos a la problemática y a la solución con la participación de la sociedad, del peligro en que se encuentra el río Ozama.
El Ozama es un río que nace en la Loma Siete Cabezas, en la sierra de Yamasá y desemboca en el mar Caribe. Abarca 2,686 kilómetros cuadrados y recorre 148 kilómetros.
Resaltamos el hecho de que es un río contaminado en un 100 %, y la causa es la desprotección, los desperdicios de basura y desechos fecales de los barrios marginados que están a su alrededor, los metales pesados de los barcos, compuestos orgánicos específicos, microorganismos patógenos, grasas y productos químicos derivados de las industrias.
Toda esa contaminación ambiental forma esa gran colonia de los jacintos de agua. Se han realizado varios estudios al respecto; estuvo el Programa Ambiental Costero Marino de la Secretaría de Estado de Agricultura, en 1999; y el estudio “Contaminación química y bacteriológica de los ríos Ozama e Isabela” (parte de esta investigación financiada por el DIPC-Intec, publicado en su revista Ciencia y Sociedad, Vol. XVIII. número 1, enero-marzo, 1993). Y de seguro habrá otros más.
Lo que es más que seguro es que no hay uno sólo programa abierto, una propuesta, o una ley en curso que rescate uno de los patrimonios naturales más trascendentales que tiene la ciudad: el río Ozama.
Recomendamos la creación de una agrupación hidrográfica dentro de la ley del agua, que aún se discute. Este organismo se puede encargar de cuidar por la calidad de las aguas del río Ozama.