La otra cara de la inteligencia artificial: cómo su crecimiento amenaza al medio ambiente

Aunque promete revolucionar industrias y facilitar la vida cotidiana, el auge de la inteligencia artificial genera un creciente impacto ambiental por su alto consumo de energía, agua y recursos naturales.
Santo Domingo, RD. – La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una herramienta clave para la innovación tecnológica, revolucionando sectores como la salud, la educación, la industria y los medios de comunicación. Sin embargo, detrás del impacto positivo y del discurso sobre el “futuro inteligente” se esconde una preocupación creciente: su enorme huella ambiental.
Expertos en sostenibilidad y tecnología advierten que el desarrollo y uso masivo de IA está generando un consumo energético desproporcionado, afectando recursos naturales y contribuyendo al cambio climático.
Entrenar una IA contamina más de lo que crees
El proceso de entrenamiento de un modelo de inteligencia artificial, como los que permiten reconocer imágenes o generar texto, puede requerir cientos de horas de procesamiento continuo por parte de supercomputadoras. Esto implica el uso de enormes cantidades de energía. Un estudio de la Universidad de Massachusetts calculó que entrenar un solo modelo de lenguaje puede generar hasta 284 toneladas de dióxido de carbono (CO₂), equivalente a las emisiones de cinco autos durante toda su vida útil.
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Y eso es solo el comienzo. A medida que los modelos se hacen más grandes y complejos, como los utilizados por empresas tecnológicas líderes, su demanda energética también aumenta.

Centros de datos: gigantes invisibles
Estos modelos se entrenan y ejecutan en centros de datos: enormes instalaciones que albergan miles de servidores funcionando día y noche. Estos centros no solo consumen energía para alimentar los equipos, sino también para mantenerlos refrigerados. Según algunas estimaciones, los centros de datos ya representan cerca del 2% del consumo eléctrico global, una cifra que podría aumentar si no se toman medidas.
Muchos de estos centros se ubican en regiones con acceso limitado a energía renovable, lo que agrava su impacto ambiental.
El agua: otra víctima silenciosa
Además del consumo eléctrico, la inteligencia artificial también ejerce presión sobre los recursos hídricos. En 2023, Google reconoció que sus centros de datos utilizaron más de 20 mil millones de litros de agua en un solo año, gran parte de ella para enfriar los servidores. Esta práctica, en zonas donde el agua es escasa, como partes de Estados Unidos o India, puede tener efectos críticos en las comunidades locales.
Minería para la inteligencia
La fabricación de los chips que permiten el funcionamiento de la IA requiere metales y minerales como litio, cobalto y tierras raras. Estos materiales se extraen en países donde la actividad minera con frecuencia va acompañada de contaminación ambiental, explotación laboral y conflictos sociales. El crecimiento acelerado de la demanda tecnológica amenaza con intensificar estas problemáticas.
¿Es posible una IA sostenible?
Ante este panorama, los especialistas coinciden en que el desarrollo de inteligencia artificial debe ir acompañado de políticas claras de sostenibilidad. Algunas empresas tecnológicas están invirtiendo en energías limpias para alimentar sus centros de datos, o trabajando en algoritmos más eficientes que requieran menos recursos para operar.
Sin embargo, los avances son desiguales y, en muchos casos, la presión por lanzar nuevos productos “inteligentes” se impone a las preocupaciones medioambientales.
El debate ya no es solo sobre qué puede hacer la IA, sino a qué costo. Si no se toman medidas pronto, la tecnología que promete cambiar el mundo podría estar acelerando su deterioro.