Insistir sin límites

La condición de país vecino de Haití, separado apenas por una frontera política, es sumamente comprometida para República Dominicana, particularmente por la violencia criminal de las bandas armadas y los desplazamientos humanos que provoca.
Los otros dos países más cercanos, Jamaica y Cuba, tienen a su favor que para alcanzar sus costas cualquier haitiano solo, o como parte de una multitud, debe valerse de un medio de transporte acuático o aéreo que haría notoria cualquier migración masiva hacia sus territorios.
Además de poder cruzar a pie cualquier punto de la línea divisoria entre los dos territorios, la avalancha de los haitianos que buscan fuera de su país un lugar para vivir y trabajar, sin el riesgo permanente de sus vidas, cuenta con redes de traficantes allá y aquí dispuestos a correr los riesgos implícitos de sus operaciones.
Unos riesgos que por lo visto pueden ser superados con relativa facilidad, si se tiene en cuenta que cada día son detenidos traficantes de personas en las comunidades fronterizas, sobre algunos de los cuales pueden pesar coerciones de tribunales de atención permanente.
Ante obstáculos de tales proporciones, el Gobierno dominicano, que ha preferido una participación indirecta en la crisis haitiana, cuenta apenas con los recursos de la diplomacia formal ante los gobiernos y los organismos internacionales para sensibilizar sobre la catástrofe en el país vecino.
Una muestra de estos esfuerzos la tenemos en la participación de ayer del canciller Roberto Álvarez ante el Consejo de Seguridad de la ONU, para que la comunidad internacional deje de ser tibia en relación con las vías de solución en Haití y despliegue los recursos y el liderazgo que reclama la crisis.
Insistir sin límites y sin cansancio, esta debe ser la consigna dominicana.