La pandemia del Covid-19 y la guerra en Europa son dos fenómenos que han traído consigo un fenómeno inflacionario de ribetes históricos.
Cada uno por sí solo ha generado inflación, pero para hacer más grave la situación, se han solapado en el tiempo.
El manejo de la economía tiene muchas complicaciones, pues cada decisión tiene efectos múltiples.
Una medida que suele adoptarse cuando hay inflación es encarecer el costo del dinero reduciendo el medio circulante para así valorizarlo frente a los bienes y servicios.
Las autoridades monetarias dominicanas han ido aplicando esa fórmula para menguar los efectos de una inflación.
Pero hay que cuidar que la medicina no tenga otros efectos secundarios.
La prioridad de las autoridades económicas debe ser contener la inflación y en esa dirección van los aumentos de tasa de política monetaria aplicados por el Banco Central.
Sin embargo, hay otra medida en la que debe involucrar a toda la población: reducir el consumo de energía (incluyendo combustibles).
El país se ha desbordado en el consumo de energía y combustibles, como si estuviéramos en una situación normal. Incluso, el aumento de ese consumo casi triplica el crecimiento de la economía.
En cierta medida, ese comportamiento se debe a que los subsidios han hecho que el consumidor no esté sintiendo en toda su dimensión la carestía de todos los tipos de combustibles en los mercados internacionales.
Se corre el riesgo de que llegue el momento en que al Gobierno se le acabe el dinero para subsidio, los combustibles sigan caros y entonces tenga que producirse un alza brusca.
Cada galón de combustible o kilovatio de electricidad consumido es más dinero que debe buscar el Gobierno para subsidio.
Son comprensibles las medidas monetarias adoptadas por el Banco Central, pero hay que bajar de manera considerable el consumo de electricidad y combustibles.