República Dominicana ha avanzado un mundo en cuanto a disponibilidad eléctrica se refiere. La generación de energía permite suplir toda la demanda nacional con una matriz bastante diversificada.
Las empresas de generación, públicas y privadas, registran grandes beneficios en gran medida porque el Estado les garantiza la compra y venta de la energía que entregan a las empresas distribuidoras (las Edes).
La otra pata del negocio, la transmisión, también genera grandes beneficios, aunque sus inversiones en mejorar sus redes no sea a la velocidad que se espera.
A pesar de esto, el sistema eléctrico sigue poniendo una gran presión a las finanzas públicas, particularmente por los subsidios que se dan a las empresas distribuidoras.
Ahí, precisamente, está la enfermedad del sistema: en la distribución o comercialización.
Administraciones van y vienen y las empresas de distribución eléctrica continúan reportando pérdidas que son cubiertas por subsidios consignados en el Presupuesto.
Las empresas distribuidoras han sido el gran fracaso del proceso de capitalización que se implementó en 1999 y no se vislumbra una solución a ese problema.
Son las distribuidoras el eslabón de la cadena que se conecta con el público, las que dan la cara ante el consumidor y que reciben los subsidios del Estado.
Sólo hay que hacer un análisis superficial al sistema eléctrico para darse cuenta de que todas las otras empresas acumulan grandes beneficios, pero en materia de distribución y comercialización sólo se acumulan pérdidas que son solventadas por el Estado extrayendo recursos que pudieran ser usados para atender otras necesidades.
La materia pendiente del sistema eléctrico es hacer eficientes a las Edes.