
SANTO DOMINGO.- La Iglesia Católica en República Dominicana ha dilatado un proceso de reestructuración institucional y territorial que se tenía como inminente pero que se detuvo por la muerte del papa Frncisco y ha tenido que esperar que el nuevo pontífice se adapte a sus nuevas responsabilidades.
El Vaticano ha evaluado cambios de fondo en la organización de las diócesis y en la composición del episcopado, respondiendo tanto al relevo generacional como a la necesidad de adecuar la estructura pastoral a los desafíos sociales y demográficos actuales.
La decisión más trascendente que está a la espera de una pronta ejecución es la división de la arquidiócesis de Santo Domingo, la sede primada de América, para dar paso a la diócesis de Santo Domingo Este, que contaría con su propio obispo ordinario. Esta medida, junto con los retiros por edad y los nombramientos pendientes, abre un escenario de renovación que repercutirá en todo el país.
Aunque los trabajos de organización de la nueva diócesis se ha hecho con la prudencia propia de la Iglesia, se contempla que la misma tenga una referencia mariana en consonancia con la devoción de la catolicidad dominicana hacia la Virgen María.
La división de una diócesis implica también la separación de activos y de la fuerza pastoral de la diócesis originaria, en este caso la arquidiócesis de Santo Domingo
Una arquidiócesis sobrecargada
La arquidiócesis de Santo Domingo es la jurisdicción eclesiástica más compleja del país que alberga no solo la capital política y administrativa, sino también a la mayoría de la población urbana y migrante, además de sectores de fuerte desigualdad social.
En las últimas décadas, el crecimiento acelerado de la capital, especialmente hacia Santo Domingo Este, ha sobrepasado la capacidad pastoral de la arquidiócesis. Crear una nueva diócesis responde a la necesidad de descentralizar la atención religiosa, acercar a los fieles a su obispo y dotar de mayor dinamismo a la pastoral en un territorio con altos índices de urbanización, pobreza y movilidad social.
Ya la iglesia Católica ha dado pasos previos en esa dirección cuando fueron creadas las vicarías territoriales de Santo Domingo Este, Santo Domingo Norte, Santo Cristo de los Milagros (Monte Plata) y Santo Domingo Oeste. Cada vicaría territorial actúa con cierta independencia, pero subordinada al arzobispo de Santo Domingo.
Sin embargo, al dividirla para la creación de una nueva diócesis el nuevo territorio episcopal tendría autonomía plena y con su obispo ordinario propiol, que es justo lo que se contempla hacer en la zona de Santo Domingo Este que es, además, la zona más poblada del país.
La última vez que la arquidiócesis de Santo Domingo se dividió fue en 1997, cuando se creó la diócesis de San Paedro de Macorís, que casualmente tuvo como su primer obispo al actua arzobispo de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria Acosta.
El relevo en Mao-Monte Cristi
La diócesis de Mao-Monte Cristi también se encuentra en expectativa porque su obispo presentó renuncia al cumplir los 75 años, como establece el Código de Derecho Canónico. En esta región del Noroeste, los desafíos tienen un matiz proponderando en pobreza estructural, migración haitiana y dispersión geográfica de comunidades rurales.
El nombramiento de un nuevo obispo será crucial para dar continuidad a la labor pastoral en un territorio donde la Iglesia suele ser un actor social de primera línea, no solo en lo religioso, sino también a nivel social y en el abordaje del tema de la inmigración haitiana..
Los auxiliares de Santo Domingo
Recientemente la arquidiócesis de Santo Domingo ha perdido dos de sus obispos auxiliares. Uno, monseñor Faustino Burgos, fue designado como ordinario en Baní, mientras que otro, monseñor Benito Ángeles, presentó su renuncia por edad. Esto deja al arzobispo Francisco Ozoria con solo un obispo auxiliar, monseñor José Amable Durán, algo significativo si tomameos emn ceneta, que tiene menos colaboradores en un momento delicado: él mismo se acerca al límite de edad de 75 años, que alcanzará en 2026.
La Santa Sede podría designar un nuevo auxiliar o incluso un coadjutor (una figura con derecho a sucesión) que acompañe a Ozoria en la fase final de su ministerio. Esto marcaría el inicio de una transición ordenada hacia el futuro liderazgo de la arquidiócesis más influyente del país.
En la actualidad en la arquidiócesis de Santo Domingo solo permanece monseñor José Amable Durán como obispo auxiliar, con responsabilidades de vicario territorial de Santo Domingo Norte y vicario del Clero.
Santo Domingo espera uno de los suyos
Un aspecto que genera debate interno es la procedencia de los obispos en República Dominicana. Actualmente, solo un obispo ordinario proviene del clero de la arquidiócesis de Santo Domingo, monseñor Jesús Castro que es obispo de la diócesis La Altagracia. Todos los demás obispos ordinarios y auxiliares activos provienen de la zona del Cibao.
Ante esta realidad, existe una expectativa fuerte de que el Vaticano considere a sacerdotes de Santo Domingo en los próximos nombramientos, de manera que el clero capitalino esté mejor representado en la jerarquía nacional.
Incluso en la misma arquidiócesis de Santo Domingo su episcopado es nativo del Cibao pues monseñor Ozoria fue ordenado sacerdote por la diócesis de San Francisco de Macorís y el obispo auxiliar José Amable Durán proviene de la diócesis de Santiago.
Eso ha hecho que se espera que sacerdotes que hayan hecho su vida pastoral en la arquidiócesis de Santo Domingo sean considerados para pastorear la eventual nueva diócesis de Santo Domingo Este o perfilar al próximo arzobispo de Santo Domingo.
Renovación generacional en marcha
La iglesia católica dominicana inició hace años un proceso de renovación de su episcopado, impulsado en gran medida por la obligación de presentar renuncia al cumplir 75 años.
Entre figuras más relevantes de esa renovación está el actual arzobispo de Santiago y presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, monseñor Héctor Bievenido Rodríguez, un sacerdote de regia formación intelectual pero sin abandonar la cercanía pastoral y la sensillez en el trato con la feligresía.
En ese mismo tenor está el obispo de San Francisco de Macorís, monseñor Alfredo de la Cruz Baldera, un exrector de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra con vínculos permanentes con el resto del clero.
Otros obispos de la generación de relevo son el obispo de San Juan, monseñor Thomás Alejo Concepción; el de Barahona, monseñor Andrés Napoleón Romero o el de San Pedro de Macorís, monseñor Santiago Rodríguez.
En la Conferencia hay otros obispos más experimentados como son los casos de monseñor Jesús Castro, obispo de Higüey; monseñor Faustino Burgos, un sacerdote de la congregación de San Vicente de Paúl cuya acción pastoral se enfoca en la atención a los pobres y que ahora dirige como obispo ordinario la diócesis de Baní. También vale mencionar a monseñor Thomás Morel Diplán, obispo de La Vega.
Estos tres últimos tienen en común que antes de ser obispos ordinarios que dirigen una diócesis, fueron obispos auxiliares.
Obispados para nuevos obispos
El nuncio apostólico en República Dominicana tiene mucho trabajo por delante. Primero concretar la erección de una nueva diócesis para reducir el gigantismo de la arquidiócesis de Santo Domingo, pero también ayudar al Papa para que tenga las mejores orientaciones que le permitan designar nuevos obispos en República Dominicana.
De por sí ya hay una vacante clara, pues hace un año que el obispo de Mao-Montecristi, monseñor Diómedes Espinal, presentó su renuncia tras cumplir los 75 años puestos como límite por el derecho canónico. En esos casos, el Papa decide cuando la hace efectiva y la posterior designación de su sustituto.
Pero también se deberá designar un obispo ordinaria cuando eventualmente se erija la diócesis de Santo Domingo Este.
En la arquidiócesis de Santo Domingo se esperan nuevos mitrados, al margen de que la demarcanción sea dividida, pues apenas hay un obispo auxiliar activo y el arzobispo se aproxima a los 75 años.
Ese simple cálculo plantea la necesidad de alrededor de cuatro nuevos obispos que deberá designar el papa León XIV en los próximos meses, número que podría ser mayor si algunos de los obispos ordinarios presentara problemas de salud.
Hay sacerdotes con arraigo en el clero que pudieran ser considerados desde ahora, pero el Vaticano suele ser discreto en extremo para estas decisiones y con frecuencia los pronósticos quedan mal parados.