El título de este artículo corresponde a un ensayo de Ortega y Gasset del 1940 y que aspiraba a ser el capítulo introductorio de una obra magna de filosofía. Por diversas circunstancias ese proyecto no se realizó, pero el texto sigue teniendo el valor de introducir a quienes buscan saber de filosofía y no quieren comenzar con un manualito barato, ni una novela para adolescentes. Ideas y creencias es filosofía pura y dura.
Además de filósofo nuestro autor fue una de las plumas más exquisitas de la lengua española en el siglo XX. Por tanto Ideas y creencias es una herramienta idónea para todo aquel que quiera iniciar el entrenamiento para aprender a escribir bien. Fondo y forma se unen en el texto de manera brillante y a la vez escueta. No sobra explicación, ni falta argumento.
Comienza Ortega con el problema a tratar por el interés común de conocer a otras personas u otras épocas. “Cuando se quiere entender a un hombre, la vida de un hombre, procuramos ante todo averiguar cuáles son sus ideas. (…) ¿Cómo no van a influir en la existencia de una persona sus ideas y las ideas de su tiempo? La cosa es obvia. Perfectamente; pero la cosa es también bastante equívoca, y, a mi inicio, la insuficiente claridad sobre lo que se busca cuando se inquieren las ideas de un hombre —o de una época— impide que se obtenga claridad sobre su vida, sobre su historia”.
Los problemas planteados en esas tres líneas son vastos. Comenzando por lo que entendemos como “ideas” que pueden abarcar desde la más trivial ocurrencia, hasta la más compleja formulación de una teoría científica. Puede ser un convencimiento, una creencia, las explicaciones más generalizadas entre su grupo o sociedad, hasta los prejuicios más profundamente inculcados. Tomemos en cuenta que la mayor parte de las “ideas” que tenemos no las sometemos a evaluación crítica. Simplemente no tendríamos tiempo para ello. Evaluamos la validez de aquellas ideas que son relevantes para nuestra existencia individual o las que nos han fallado al contrastarlas con la realidad.
¿Nos preceden las ideas o surgen con nosotros? ¿Todas o algunas? “… no hay vida humana que no esté desde luego constituida por ciertas creencias básicas y, por decirlo así, montada sobre ellas. Vivir es tener que habérselas con algo con el mundo y consigo mismo. Mas ese mundo y ese «sí mismo» con que el hombre se encuentra le aparecen ya bajo la especie de una interpretación, de «ideas» sobre el mundo y sobre sí mismo”. Comenzando con la lengua materna, en la que nos insertan y ganamos conciencia de si y de los otros, a la manera concreta de la misma, más las convicciones religiosas o no-religiosas, el orden del mundo y de la sociedad, lo que es bueno o malo, y todo lo que supone identificarme e identificar las cosas y los prójimos, todo ello, nos lo suministra la lengua aprendida y en muy pocos casos algunos logran hacerle modificaciones, muy leves por cierto, pero siempre en el seno de dicha lengua.
Y son esas ideas que denominamos creencias las que primero le presta atención Ortega: “Estas «ideas» básicas que llamo «creencias» —ya se verá por qué— no surgen en tal día y hora dentro de nuestra vida, no arribamos a ellas por un acto particular de pensar, no son, en suma, pensamientos que tenemos, no son ocurrencias ni siquiera de aquella especie más elevada por su perfección lógica y que denominamos razonamientos. Todo lo contrario: esas ideas que son, de verdad, «creencias» constituyen el continente de nuestra vida y, por ello, no tienen el carácter de contenidos particulares dentro de ésta”. Como veremos en otros textos que comentaremos en futuras entregas, las creencias son el pedestal donde nos apoyamos como existentes. Estamos en ellas, no las poseemos. Otras ideas las tenemos, las creencias nos tienen.