Haití.-Venecia Louis casi murió de hambre el año pasado luego de que cuatro tormentas tropicales azotaron Haití. La niña de cuatro años ahora tiene mejillas más rellenas, pero su cabello sigue siendo fino y su abdomen continúa hinchado, señales inequívocas de desnutrición.
Al igual que Venecia, Haití subsiste a duras penas, mientras una tormenta se dirige hacia allí. Ana, ahora una depresión tropical, cruzaba la vecina República Dominicana el lunes, donde dejó caer unos 10 centímetros (cuatro pulgadas) de lluvia.
Hay cerca de dos millones de haitianos que no tienen suficiente comida cada día, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas: menos que los 3,3 millones del año pasado, pero aún cerca de un tercio de la población.
Los grupos de asistencia internacional han aumentado sus provisiones de emergencia pero las condiciones que colocan en riesgo a la mayor parte del país no han cambiado.
Los habitantes más vulnerables residen en aldeas remotas como Mabriyole, un grupo de casuchas pobres en la región de Baie dOrange, donde vive Venecia.
El agua de las tormentas cae por las laderas de las montañas deforestadas y todos los años destruye casas, caminos y campos. Los caminos en malas condiciones mantienen a la región aislada, justo cuando más ayuda necesita.
«Hay muchos lugares como Baie dOrange y todos son vulnerables», dijo la directora nacional del PMA, Myrta Kaulard. No es fácil superar el terror que sintieron el año pasado quienes viven en esta remota meseta salpicada de pinos y árboles de plátano, donde el sonido de una camioneta todo terreno hace salir a todos de sus pequeñas casas de cemento y chozas de techos de paja, con la esperanza de que quien llega traiga comida.
El poblado está a unos 20 kilómetros (12 millas) al sur de los suburbios de la capital, Puerto Príncipe, pero como no hay un camino directo, llegar hasta allí lleva seis horas por una ruta de montaña y luego caminos rocosos que cruzan lechos de ríos y suben en zig zag.
Desde las cimas de más de 2.000 metros (6.500 pies), el suelo naranja desciende hasta terminar en forma abrupta en acantilados que se desploman al Caribe turquesa. Cuando cuatro tormentas mataron cerca de 800 personas y causaron daños por 1.000 millones de dólares el año pasado, los grupos de asistencia tardaron casi dos meses en enterarse que 26 niños habían muerto aquí de hambre o desnutrición.
Venecia era pura piel y huesos y un abdomen hinchado cuando su madre, Rosemen Saint-Juste, la cargó hasta una clínica en Baie dOrange, a un par de horas del poblado.
La llevaron de urgencia a un hospital de Médicos Sin Fronteras en Puerto Príncipe, donde la cuidaron hasta que se recuperó.
Allí, una foto de AP del 19 de noviembre mostró a la niña de ojos hundidos y extremidades huesudas que colgaban de una balanza, y su imagen sirvió para que el mundo prestara atención a la emergencia.
Los grupos de asistencia se apresuraron a llevar comida a la zona. Ocho meses después, el rostro de Venecia es más expresivo pero sigue mostrando síntomas de desnutrición, al igual que sus hermanos. Su madre recibió asistencia alimentaria por un tiempo y hace unos meses su esposo le trajo de Puerto Príncipe una bolsa de 22 kilos (50 libras) de maíz molido, que mantiene escondida de los vecinos.
«Les doy cualquier comida que encuentre, frijoles, maíz, arroz, pero a veces de todas formas pierden mucho peso», dijo Saint-Juste, con un bebé de dos años en brazos que estaba muy débil para moverse solo. Este año, los grupos de asistencia acumularon suficiente comida para un millón de personas durante un mes y medio, dijo el vocero del PAM, Jim Farrell.
Sin embargo, estas medidas de emergencia son insuficientes, ya que el país necesita cambios de fondo que le permitan sostenerse solo, dicen los trabajadores de asistencia.
Años de importar alimentos baratos por acuerdos con Estados Unidos debilitaron la agricultura local y Haití sólo cultiva el 40% de la comida que necesita, según la ONU.
Los campesinos usan técnicas que debilitan el suelo y cortan los árboles para hacer carbón. En algunas zonas, la tierra fértil no se usa por disputas de propiedad.
Kaulard dice que el país necesita redes que vigilen las áreas remotas para que no ocurran demoras mortales como las del año pasado. Hasta ahora, no las hay.