París.- La Fórmula 1 vivió en 2009 una temporada trepidante fuera de lo deportivo, que se recordará más porque estuvo a punto de desaparecer, por el escándalo Renault o por el accidente de Felipe Massa, que por la victoria de Jenson Button y Brawn GP, campeona en su primer año de vida.
La escudería surgió de las cenizas de Honda, comprada por su ex director técnico Ross Brawn, e impuso su ley ganando seis de las siete primeras carreras de la temporada para dejar casi sentenciados los títulos de pilotos y constructores. Fue sin duda la gran triunfadora de un año dantesco.
En la increíble temporada del inglés de 29 años y de su compañero, el veterano brasileño Rubens Barrichello tuvo mucho que ver que contara con el mejor coche, aventajado como Toyota y Williams por los difusores aerodinámicos, de los que no disponían pesos pesados como Ferrari o McLaren-Mercedes.
Nada más nacer, Brawn GP supo tomar la medida a la nueva reglamentación para revolucionar totalmente la jerarquía del ‘paddock’, donde todos sus rivales veían impotentes cómo en cada carrera salía disparado como una bala Button, eterna promesa inglesa que en una década no había cumplido las expectativas.
Pero la indignación de las grandes escuderías alcanzó su cota máxima cuando la Federación Internacional del Automóvil (FIA) anunció que impondría un presupuesto máximo a los equipos, salvo que estuvieran dispuestos a no contar con ciertas ventajas tecnológicas, lo que supondría dar por perdido el Mundial.
Las escuderías se sublevaron, encabezadas por Ferrari: ocho de las diez amenazaron con abandonar la Fórmula 1 y crear un campeonato alternativo. La FIA se vio obligada a dar marcha atrás, poniendo fin a mitad de temporada a un culebrón paralelo al campeonato en el que Button iba abriendo brecha.