El pasado viernes tuve el privilegio, nuevamente, de participar como juez en la Feria de Ciencias del Colegio Notre Dame, una experiencia que no solo me dejó impresionada, sino que también renovó mi esperanza en el futuro, en los jóvenes.

Este evento anual ofrece a niños y jóvenes la oportunidad de sumergirse en el emocionante mundo de la investigación científica, explorando temas actuales y relevantes que impactan tanto en nuestra salud como en el medio ambiente.

Uno de los aspectos más maravillosos de la ‘Science Fair’ fue presenciar el entusiasmo y la dedicación de los estudiantes mientras presentaban sus proyectos.

Desde los más pequeños hasta los adolescentes, cada participante demostró un profundo interés en su área de estudio, ya sea investigando los efectos de los aerosoles en la calidad del aire o explorando nuevas formas de combatir la contaminación plástica en nuestros océanos.

Su pasión era contagiosa y me recordó la importancia de fomentar la curiosidad científica desde una edad temprana.

Lo que realmente destacó en esta feria fue la calidad de las investigaciones presentadas. Los estudiantes no solo se limitaron a recopilar datos, sino que también aplicaron el método científico de manera rigurosa para probar sus teorías y extraer conclusiones significativas.

Desde experimentos cuidadosamente diseñados hasta análisis estadísticos detallados, cada proyecto demostró un nivel impresionante de pensamiento crítico y habilidades de resolución de problemas.

La feria no solo fue una oportunidad para que los estudiantes presentaran sus proyectos, también fue un espacio para el aprendizaje y la inspiración para jueves y profesores.

Con eventos como este, estamos sembrando en la próxima generación, así como construyendo un mundo donde el conocimiento y la curiosidad son valorados y celebrados.