Fin de crisis en Honduras, un espaldarazo a la política multilateral de EEUU

Fin de crisis en Honduras, un espaldarazo a la política multilateral de EEUU

Fin de crisis en Honduras, un espaldarazo a la política multilateral de EEUU

WASHINGTON. – La resolución de la crisis política en Honduras supone un espaldarazo a la nueva política multilateral de Estados Unidos, que supo intervenir decisivamente al final para forzar un acuerdo en nombre del consenso en la región.

A lo largo de cuatro difíciles meses de negociación, Estados Unidos pareció a veces superado por una crisis que lo atrapó en plena reconstrucción de su política para con América Latina.

El gobierno del presidente Barack Obama ni siquiera tenía nombrado un nuevo subsecretario para la región cuando estalló la crisis el 28 de junio. El rechazo unánime al golpe de Estado en la Organización de Estados Americanos (OEA), que suspendió la participación de Honduras, encarriló rápidamente la política a seguir.

El plan de mediación negociado por el presidente costarricense, Oscar Arias, sentó las bases de negociación.

«La lección principal es que apoyar esfuerzos multilaterales o regionales no significa ser pasivo. No basta con acompañar procesos y esperar a que todo se resuelva», considera Michael Shifter, vicepresidente del centro de análisis Diálogo Interamericano.

La represión policial, la suspensión de garantías constitucionales y otros tensos episodios en el país centroamericano fueron replicados puntualmente por Washington con la suspensión de la ayuda y luego la entrega de visas.

Esta última decisión causó un visible impacto en la reducida cúpula del país centroamericano, que empezó a darse cuenta que tenía mucho que perder con Washington si el bloqueo político interno persistía.

«Ayuda, comercio: no se puede subestimar la relación (de Honduras) con Estados Unidos», explica Shifter. Al mismo tiempo, la impaciencia del presidente depuesto, Manuel Zelaya, que llegó a pasearse por la frontera de Honduras con Nicaragua acompañado de simpatizantes, ayudó paradójicamente a Estados Unidos a erigirse en árbitro de la situación.

Las arriesgadas maniobras de Zelaya fueron tildadas de imprudentes por la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Ante los vaivenes de la situación, el Departamento de Estado daba alternativamente una de cal y otra de arena a las partes en disputa, a veces con aspereza.

Así, el retorno de Zelaya a Honduras y su instalación en la embajada brasileña fue tildada de «idiota» por el representante estadounidense ante la OEA, Lewis Amselem. Al mismo tiempo, el propio Obama y Clinton reiteraron en más de una ocasión que el régimen no podía esperar a salir de la crisis con la simple celebración de elecciones.

La ambigüedad de Washington no estuvo exenta de contradicciones, pero esas vacilaciones quedaron parcialmente ocultas por las propias divisiones internas y la impotencia de la OEA.

El empujón final lo protagonizó, una vez más, Estados Unidos al enviar este miércoles a su subsecretario para América Latina, Thomas Shannon, al frente de una misión.

Esta crisis «subrayó el aspecto central de nuestro diplomacia, que es lograr acuerdos amplios, compartidos por toda la región, y desarrollar (al mismo tiempo) una política pragmática basada en el diálogo y el compromiso con actores clave de la región», subrayó Shannon este viernes en una teleconferencia desde Tegucigalpa.

«Lo que debe aprender (el gobierno de Obama) es que necesita ponerle más atención a América Latina, no puede simplemente cruzarse de brazos», considera Jaime Daremblum, experto del Instituto Hudson.



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