
Hace varias semanas una delegación del Gobierno de República Dominicana, encabezada por el ministro de la Presidencia, y de la cual formé parte, viajamos al Estado de Japón.
El objetivo era sostener encuentros con autoridades del Gobierno nipón en la ciudad capital de Tokio, y luego presenciar, en la segunda ciudad del país, Osaka, la feria universal que se desarrolla desde el pasado mes de abril.
Una cultura milenaria
Japón tiene orígenes muy antiguos que combinan historia, mitología y arqueología. Su evolución se produjo sobre la mezcla de tradiciones y el desarrollo cultural de pueblos que llegaron desde Asia, consolidándose en torno a la dinastía Yamato, que aún hoy reclama continuidad en la figura del emperador.
Entre los siglos III y VI surgió el Estado Yamato, teniendo como centro la región de Nara. Entre el año 710 y el 784, Nara fue la capital permanente de Japón, caracterizada por una riquísima herencia cultural constituida por templos y santuarios antiguos. Durante esta época, Japón adoptó muchas influencias culturales de China y Corea: escritura, budismo, administración centralizada, etc.
Transformación en los últimos siglos
Entre el 1603 y el 1868, Japón vivió en un modelo feudal aislado del mundo exterior. Fruto del agotamiento en el estilo de gestión, se produjo lo que la historia describe como el proceso más trascendental para la vida institucional japonesa: la Restauración Meiji.
Dentro de las modificaciones, se logró abolir el patrón feudal, se reestableció la figura del emperador, en la persona del joven Meiji o Mutsuhito. Japón se dividió en prefecturas administradas por un gobierno central; se enviaron misiones diplomáticas para comprender los modelos económicos de Europa y Estados Unidos. Fue en ese momento donde se creó un sistema educativo obligatorio y vino, consecuentemente, un desarrollo industrial acelerado, con astilleros, ferrocarriles y fabricas.
Esta transformación se consolidó con el sometimiento de una nueva carta sustantiva: en 1889 se promulgó la Constitución Meiji, estableciendo una monarquía constitucional con parlamento.
Para el siglo XX la expansión militar fue muy marcada: la ocupación de Corea en 1931; la guerra con China en 1937; la alianza con Alemania e Italia en la Segunda Guerra Mundial y la posterior derrota de agosto de 1945, marcaron un punto de inflexión que nos permite comprender con mayor precisión el Japón de hoy.
La intervención estadounidense de mediados de siglo pasado, dirigida por el general Douglas MacArthur, estableció una nueva reforma constitucional.
Los nuevos preceptos fortalecieron la monarquía parlamentaria democrática, y con ello, se desarrolló una reforma agraria, se abrieron aún más derechos civiles y se crearon las condiciones para lograr, entre los años 50 y 80, el milagro económico japonés.
Japón provocó una intempestiva conversión hacia la industrialización, la innovación tecnológica, exportaciones masivas (autos, electrónica), constituyéndose, hoy por hoy, en un modelo sociedad de consumo y modernización cultural.
Entre Tokio y Osaka
Nuestra agenda de varios días transcurrió entre el abrazador sol de un verano que ha presentado registros históricos por sus altas temperaturas, tanto en Tokio como en Osaka, y con niveles de humedad suficientes para que la transpiración sea copiosa.
Tokio es una metrópolis ordenada, a pesar de sus 14 millones de habitantes. Es una ciudad esencialmente verde, con un ornato hermosamente estructurado.
Como capital es una ciudad amigable, que muestra control y prudencia en su depurado manejo diario; su desarrollo urbano ha sido el resultado de la planificación. Esta ciudad apela a la moderación en su sonoridad. Tokio ha evolucionado a través de un amplio sentido de la exactitud, bordeando la perfección.
Su moderno y efectivo sistema soterrado y automatizado de transporte público ha liberado las principales vías de la traumática congestión vehicular. En síntesis, la experiencia en Tokio para el visitante es memorable, fascinante, excepcional.
Entre trenes, Osaka y le feria universal
Para efectuar el traslado de Tokio a Osaka, usamos el emblemático Shinkansen, popularmente conocido como el tren bala, inaugurado con ocasión de la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964.
Es este el primer tren de alta velocidad del mundo, con desplazamientos de 240 km/h hasta 320km/h en los más de 2,700 kilómetros de red que conectan las principales ciudades japonesas.
Al mediodía del viernes 22, llegamos a la cálida Osaka. Una ciudad menos estructurada que Tokio, pero con una belleza particular, siendo sede de la más reciente Expo Universal.

Al siguiente día, como delegación, participamos activamente en distintas actividades de esta exposición de grandes dimensiones, ubicada en la isla artificial de Yumeshima, en la bahía de Osaka, donde millones de personas la han visitado desde su apertura formal el pasado 13 de abril.
Nuestra presencia se enmarcó dentro de la celebración del Día Nacional de la República Dominicana, con actividades culturales que, en una gran jornada, nos permitieron mostrar lo mejor de las tradiciones del pueblo dominicano.
El acto protocolar marcó el inicio de un evento memorable y bien acogido por los visitantes de diferentes nacionalidades. Dicha celebración fue utilizada para mostrar, por vez primera, y fuera del territorio nacional, la regrabación del “Himno nacional dominicano” junto al izamiento de nuestra bandera tricolor.
Posteriormente, disfrutamos de un amplio repertorio de presentaciones musicales folclóricas; nos deleitamos con lo mejor de la gastronomía dominicana y de los grandes valores turísticos de nuestro país.
Las experiencias en Japón pasan por la conexión con una cultura que evoluciona a través de los siglos, con la realidad de una ciudad, como Tokio, que proyecta innovación, tecnología, desarrollo humano, mesura y amabilidad, y que con Osaka, se reconfigura para brindarle al mundo lo mejor de una experiencia universal en una expo de resultados extraordinarios.
Al visitar el Estado nipón, queda el buen ánimo y el deseo de querer regresar.
*Por Roberto Ángel Salcedo