
El año escolar a un mes de comenzar —días más, días menos— llega con un ingrediente del que algunos ingenuos esperan el milagro de la reorientación de conductas generalizadas que dejan mucho que desear.
Según el Consejo Nacional de Educación, la asignatura Moral, Cívica y Ética Ciudadana estará presente a partir del año escolar 2025-2026 en el sistema preuniversitario.
¿Y si estamos esperando demasiado? Esta es una asignatura prestigiada desde el siglo XIX con la introducción de las lecciones moralizadoras del señor Eugenio María de Hostos, pero aquella era una sociedad diferente.
Bajo la sombrilla familiar, cuando todos se conocían en el vecindario, la aldea y los pueblos, cuando el prestigio personal y profesional era el privilegio de un pequeño núcleo, la moral familiar era bastante para el control social de conductas indeseadas, y ante esa realidad la moralización desde la escuela podía ser el pedal de freno para alfabetizados, profesionales y autoridades, frente a mayorías iletradas.
Hoy día la familia dominicana está posiblemente constituida de una manera diferente a como lo estuvo la de hace 70 años o más.
La población de hoy es urbana, comunicada a partir de las redes sociales de estos tiempos, en las que camina lo trivial y depravado, junto a lo serio, verificable y constructivo.
Cuando el Foro Público era una “institución” pesaba todavía la moral hostosiana entre profesionales y gente con algún nivel educativo.
La asignatura Moral y Cívica debe ser importante, pero no para tanto como se espera.
Algunos educadores sostienen que en realidad nunca ha desaparecido del programa escolar. La familia nuclear, en cambio, ya no es predominante y sin sus controles lo soez y descarnado seguirá siendo la estrella de las multitudes. ¿Y la violencia, de dónde viene?
El maestro, el profesor, la escuela, tampoco tienen hoy, como tuvieron ayer, el peso y la autoridad para decidir la moral social como, por lo visto, muchos esperan de ellos.