Evita, Margarita, Violeta… Antanas Mockus…

Evita, Margarita, Violeta… Antanas Mockus…

Evita, Margarita, Violeta… Antanas Mockus…

Detesto toda acción que proponga estandarizar al ser humano, esos ejes conductuales y de imagen que crean líneas invisibles para dibujar sobre los incautos metas exteriores sobre “ lo que quiero llegar a ser”, “ lo que quiero alcanzar”, “ cómo debo lucir” dejando a un lado lo que se es y lo que se tiene. Es así, como de repente los miembros de una sociedad parecen producciones en serie, vistiéndose y expresándose de forma repetida e idéntica, siendo la regulación del estándar el supuesto rol que desempeñan – o que quieren desempeñar- dentro de la dichosa sociedad.

Todo lo anterior se expresa de manera muy concreta en Eva Perón – Evita – , en cuya carrera política se dejó envolver de forma tan absoluta de estas líneas invisibles, que terminó presentando una imagen muy fría y distante, al punto, que con lágrimas en los ojos tuvo que declararle a los argentinos : “solo es un disfraz”.

En nuestro país contamos con un fenómeno muy parecido: Margarita. Ella cuenta con una imagen muy trabajada la cual se pule con el transcurrir de los años. Todo sus elementos responden a lo que se definiría como el “empaque ideal”. Solo el empaque, pues en términos concretos – para mí- se encuentra muy distante de crear soluciones reales para la gente del pueblo abierto, no sé si los de su partido corren la misma suerte. No me parece un pecado el que pueda identificar que todos los símbolos que se mueven alrededor de ella responden al poder político y económico, dejándose entrever para el pueblo como una salvadora, algo así como: “ Tú, pobre y hermoso infeliz, lo único que tienes que hacer es comer y beber de mi mano, pues esa es la fuente impoluta de bienestar”.

El alivio profundo de estas expresiones lo simbolizan personas como Violeta Chamorro, representante perfecta de lo que es una mujer de carne y hueso con un sentido auténtico de saber estar, de saber ser . No se discute su capacidad de respuesta ante el rol histórico que le tocó vivir, como autoridad máxima de una Nicaragua que desde sus limitaciones necesitaba reinventarse para seguir adelante.

Esta Violeta no cedió ante las líneas invisibles que les defino. Disfruté mucho leer en su biografía cómo agradeció profundamente a Oscar De La Renta – símbolo de buen gusto y estatus- el hermoso traje que se le obsequió para la toma de posesión, pero que en definitiva ella lo definió como un ajuar que “ no se parece a mí”, optando por vestir el que su modista de toda la vida le confeccionó. Desde esa libertad y comodidad se expresó y actuó: un ser humano que comparte en la diversidad, única. Parece simple, pero esta visión aterrizada y comprometida se replicó en su forma de gobernar.

Todo lo anterior para contarles que con la intención de buscar referentes reales desde los cuales compartir con los líderes comunitarios ciudadanos que tanto respeto, fui a la conferencia de Antanas Mockus.

Creo que el Dr. Mockus no pudo lograr responder a sus propias expectativas durante su conferencia, la forma de las líneas invisible marcaron el momento. No importó cuantas veces expresó molestia por las luces y su necesidad de entrar en contacto visual con la audiencia: nadie escuchó. Pues la forma y los temas técnicos del momento se impusieron a las posibilidades del conferencista.

Todo lo que Antanas Mockus presentó fue muy interesante, dibujó la cancha dentro de la cual sucedería el partido, tristemente, el partido en sí nunca sucedió. Me quedé a la espera de cómo sobrepasó – desde el poder- el tema del clientelismo, cómo logró armonizar dentro de la ciudad y su gente con temas tan complejos y violentos como el narcotráfico y las pandillas, si en algún momento se encontró con comunidades cuya estructura de reglas -desde los tres ejes que el Dr. Mockus plantea- respondían a antivalores, en fin cosas más interesantes desde mi óptica para las comunidades del gran Santo Domingo, que el tráfico vehicular.

Este evento en sí mismo evidenció lo que la mal entendida política impone y cómo aplasta el verdadero florecimiento. El Dr. Mockus estuvo ahí, su experiencia estuvo disponible, su presencia pareció cercana y a la mano, pero la forma no permitió que sucediera nada memorable o transformador. Aún así, cualquiera pudiera decir: “Margarita estaba muy linda, bien vestida, arreglada, correcta, simpatiquísima”, etc., etc., etc. …todo lo demás puede esperar, no?



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