Pese a que durante años en el país se expresó una visión del patriotismo excluyente, la pandemia de la Covid-19 ha puesto de manifiesto que no nos define.

Ese patrioterismo agitador, basado más en el rechazo al diferente que en el amor a nuestro proyecto común, ha demostrado su inutilidad en tiempos de crisis y ha dado paso a una solidaridad y responsabilidad ciudadanas resplandecientes.

En momentos en los que ha hecho falta la solidaridad, el espíritu de comunidad, los dominicanos hemos respondido. Todos los sacrificios, desde los más pequeños a los más grandes, ayudan a demostrar que sí somos un pueblo consciente de su destino común. Y no se trata sólo del trabajo admirable del personal de salud y los cuerpos de seguridad pública; todos hemos puesto nuestro grano de arena.

Hasta hace poco la imagen que los dominicanos teníamos de nosotros mismos era la de un pueblo alegre, pero bullanguero; bueno, pero buscón;trabajador, pero indisciplinado. Sin embargo, ahora, cuando hemos de asumir la responsabilidad de detener el país en pos del bien común, lo hemos hecho. Y no es tan sólo quedarse en casa, cosa que no es fácil. Hemos tenido que reorganizar nuestras vidas casi de repente. Y lo hemos hecho.

Esta prueba trae otras aparejadas, vienen retos importantes. Pero nada podrá quitarnos ya la conciencia de que somos un pueblo maduro, capaz de actuar como tal. Nuestra variedad implica diferencias, y estas no desaparecerán ni tienen por qué hacerlo. Pero también implica riqueza en capacidad de aportar a la solución de la crisis, y esto es un buen augurio sobre lo que lograremos juntos.

Todo esto tiene una ventaja adicional: ha liberado nuestro sentido del orgullo patrio del atavismo al que lo habíamos vinculado.

La Patria ya no se reduce a sus símbolos, la Patria somos los dominicanos trabajando juntos por un futuro mejor. Y eso será siempre preferible. Adelante.