Si decidiéramos escuchar y prestar atención a nuestro alrededor nos daríamos cuenta de las señales de la decadencia que muchos seres humanos muestran al centrar sus vidas en las apariencias, en el qué dirán y en la acumulación de bienes a cualquier precio.

Muchos son los que se han esclavizado de manera gratuita a las redes sociales, mostrando lo mejor de su vida, parejas, hijos y trabajo, dejando de prestar atención a lo que realmente vale la pena, que es “estar presentes” para sí mismos y los demás.

Sobre el desarrollo e impacto de las redes sociales se ha escrito y teorizado mucho, unos a favor y otros en contra. Sin embargo, cuando la necesidad de contar lo que nos pasa, lo que experimentamos y con quiénes nos juntamos se torna enfermiza se está viviendo por y para la cámara del celular, siempre alertas a los “me gusta” y las actualizaciones de nuestros amigos.

Los extremos nunca son buenos, dicen por ahí ,y vivir para contar nuestros pasos nos dice mucho de nuestra necesidad de atención y de demostrar a los demás qué tan “cool” y qué tan importantes somos. Tal vez sean exageradas estas palabras, pero lo que nació como unos medios para conectar con viejos y nuevos amigos, ahora parecen ser el libro de la historia de cada quién, paso a paso, detalle a detalle.

No podemos negar que las redes son una gran arma de difusión, tanto así que ya todas las marcas están en ella bombardeándonos con su propaganda, pero la pregunta que tendríamos que responder sobre ellas es: ¿cómo, lo que presento en ellas, puede ayudarme a mí y los que me siguen?.

Si la viéramos así tal vez podrías aprovechar mejor esta plataforma.