¿Es verdad que los animales se drogan y emborrachan?

¿Es verdad que los animales se drogan y emborrachan?

¿Es verdad que los animales se drogan y emborrachan?

¿Es cierto que elefantes, monos, delfines y otros animales buscan diversiones fuertes en la naturaleza?

En Sudáfrica, las leyendas locales dicen que a los elefantes les gusta emborracharse. Buscan los árboles de marula, beben de sus dulces frutas hasta saciarse y disfrutan de los efectos embriagadores del zumo ligeramente fermentado.

Los relatos acerca de paquidermos ebrios se remontan al siglo 19 al menos.

En la década de 1830, un naturalista francés llamado Adulphe Delegorgue describió historias de sus guías zulús acerca del comportamiento misteriosamente agresivo de los elefantes macho tras alimentarse de las frutas de marula.

«El elefante tiene en común con el hombre la predilección por una sensación de calidez en el cerebro inducida por frutas que han sido fermentadas por la acción del sol», escribió Delegorgue.

Los elefantes no son las únicas criaturas acusadas de embriagarse ocasionalmente con un cóctel u otras drogas.

Las historias cuentan que los marsupiales ualabíes se drogan con las amapolas en Australia y los perros son adictos a la sustancia tóxica segregada por los sapos de la caña.

También hay historias sobre los monos cercopitecos verdes en la isla caribeña de Saint Kitts, que en secreto beben los cócteles de colores brillantes de algún turista despistado.

Pero, ¿cuánto de esto es resultado de proyectar nuestra propia alucinación con sustancias alteradoras a la mente de otros animales?

Décadas de investigación en laboratorios han mostrado que podemos inducir fácilmente un comportamiento adictivo en animales haciendo que las sustancias adictivas estén fácilmente a su alcance.

Sin embargo, ¿realmente se emborrachan o drogan los animales?

 

Los investigadores esperaban resolver esta cuestión con los cercopitecos verdes.

A veces llamados monos verdes, son nativos de África, pero algunos grupos aislados crecieron dispersos en las islas del Caribe.

En los siglos XVIII y XIX, los esclavistas a menudo se llevaban los monos como mascotas, y cuando sus barcos aterrizaban en el nuevo mundo, los monos escapaban fácilmente o eran soltados intencionalmente.

Allí, libres de la mayoría de sus depredadores, los pequeños primates se adaptaban bastante bien a la vida en la isla tropical.

Durante 300 años, los animales vivieron en un entorno dominado por las plantaciones de caña de azúcar.

Y cuando la caña de azúcar se quemaba o fermentaba antes de la cosecha, se convertía en una golosina para los monos.

A medida que se acostumbraron al etanol del zumo de caña fermentado, los monos podrían haber desarrollado tanto un gusto como una tolerancia al alcohol.

Las historias locales hablan de la captura de monos salvajes atrayéndoles con una mezcla de ron y melazas en cáscaras de coco huecas.

Los monos borrachos podían ser capturados fácilmente más tarde.

Los descendientes de esos monos han sido estudiados para que podamos entender mejor su embriaguez.

Un estudio observó que casi uno de cada cinco monos prefería un cóctel de alcohol mezclado con agua azucarada en vez de agua azucarada únicamente.

Más intrigante fue el hecho de que los individuos más jóvenes tenían más disposición a beber que los mayores, y que gran parte del alcohol fue bebido por adolescentes de ambos sexos.

Los investigadores, dirigidos por Jorge Juárez de la Universidad Nacional Autónoma de México, sospechan que los monos más viejos rechazan el alcohol debido a las tensiones de la vida social de los monos.

«Es posible que los adultos beban menos porque tienen que estar más alerta y perceptivos de la dinámica social del grupo».

En otras palabras, en algún punto los monos dejan atrás sus días de bebedores empedernidos y resacas y empiezan a actuar como adultos.

Sin embargo, no se puede decir lo mismo de los delfines de dientes quebrados.

Los mamíferos marinos se parecen más a la variedad de los delfines mulares, pero pueden distinguirse por las marcas blancas alrededor del hocico.

En 1995, la científica marina Lisa Steiner aportó la primera descripción de un comportamiento peculiar cerca de las islas Azores.

Una tarde se situó cerca de 50 ó 60 delfines que estaban juntos en grupos de entre 4 y 7 individuos.

Parecía que los animales se estaban alimentando, pero actuaban de forma extraña: no mostraban el típico comportamiento enérgico.

Algunos se alimentaban de forma perezosa, pero muchos simplemente nadaban despacio por los alrededores.

En ese momento Steiner se dio cuenta de la presencia de peces globo.

«Cuatro peces globo inflados fueron vistos con los delfines, y uno de ellos, que estaba dado vuelta, era empujado de un lado a otro por uno de los delfines», escribe la científica.

Sospechó que se trataba de algún tipo de juego. «Al final del encuentro, varios delfines fueron vistos tumbados inmóviles en la superficie con sus espaldas y la parte superior de sus cabezas claramente visibles».

No está claro lo que estaban haciendo los delfines con el pez globo, pero su extraño comportamiento implica para algunos que estaban experimentando una ligera intoxicación por el veneno del pez globo, la tetrodotoxina.

Un documental de la BBC llamado «Delfines: un espía en la manada» que se estrenó el año pasado, usó el mismo razonamiento. Es una idea controvertida, porque la tetrodotoxina es tan peligrosa que una pequeña dosis puede matar.

«Miligramo a miligramo, la tetrodotoxina es 120.000 veces más letal que la cocaína, 40.000 veces más letal que la metanfetamina y más de 50 millones de veces más letal que el THC», escribió la bióloga marina Christie Wilcox en la revista Discover.

«Es diez o cien veces más letal que los venenos de los animales más notorios en el mundo incluyendo las arañas viudas y la serpiente mamba negra. Es más potente que el gas nervioso VX, que el formaldehido o hasta la ricina».

«Es literalmente uno de los compuestos más tóxicos que el hombre conoce».

Wilcox argumenta que los mamíferos curiosos y con grandes cerebros como los delfines, puedan explorar los pez globo y exponerse accidentalmente a la toxina, pero es muy escéptica sobre la idea de que los delfines se estén drogando intencionadamente con tal precisión que solo consigan paralizarse sin morir de sobredosis.

Además, la tetrodotoxina no es realmente psicoactiva. Provoca la paralización, pero no altera la mente, por lo que sería una mala elección como droga.

En cuanto a los elefantes, la ciencia es bastante clara.

Los animales son tan grandes que haría falta una cantidad tremenda de fruta marula para que se intoxicaran.

Los fisiólogos Steve Morris, David Humphreys y Dan Reynolds de la Universidad de Bristol, en Reino Unido, se enteraron de estos rumores por primera vez mientras estaban en Sudáfrica para asistir a una conferencia científica, por lo que decidieron averiguar si las leyendas tenían algo de veracidad.

Una búsqueda de literatura científica apoyó la noción de que los elefantes podrían, al menos, emborracharse.

Un estudio de 1984 mostró que estaban contentos tras beber una solución con alcohol del 7%, y algunos bebieron lo suficiente para alterar su comportamiento.

Aunque no actuaron como si estuvieran borrachos, en términos humanos, dedicaron menos tiempo a comer, beber, bañarse y explorar, y se volvieron más letárgicos.

Algunos mostraron comportamientos que indicaban que no estaban a gusto, o que estaban algo enfermos.

¿La gran trompa?

Sin embargo, aunque los elefantes puedan intoxicarse, eso no significa que lo hagan en su vida salvaje tan a menudo como para inspirar a todas las leyendas de los árboles de marula.

Un elefante de 3.000 Kg tendría que beber entre 10 y 27 litros de una solución alcohólica del 7% en relativamente poco tiempo para experimentar cualquier cambio en su comportamiento.

Aunque la fruta marula contuviera un 3% de etanol (una estimación generosa), un elefante que solo bebiera frutas marula a un ritmo normal apenas consumiría la mitad de alcohol necesario en un único día para emborracharse.

Si quisieran emborracharse, dadas las limitaciones anatómicas y fisiológicas, un elefante debería beber fruta marula cuatro veces más rápido que su velocidad normal de ingesta.

«En nuestro análisis», concluyen los investigadores, «esto parece muy poco probable».

Aun así, algo debería explicar el inusual comportamiento de los elefantes alrededor de los árboles de marula.

Morris, Humphreys y Reynolds ofrecen dos posibles explicaciones.

Primero, su inusual comportamiento agresivo podría simplemente reflejar el estado de la fruta como un alimento muy valorado.

En segundo lugar (una hipótesis más intrigante), podría ser que estuvieran consumiendo otro agente intoxicante.

Además de la fruta, los elefantes a veces comen la corteza de los árboles.

Esta a veces contiene pupas de escarabajo, que contienen una sustancia que los africanos nativos históricamente usaban para poner veneno en sus flechas.

Si estuvieran ingiriendo la toxina de escarabajo, a lo mejor eso podría explicar los inusuales comportamientos de los paquidermos.

La idea de que otros animales estén tan interesados en emborracharse como nosotros es una idea seductora, ¿no?

Aunque hay algunos registros legítimos de animales salvajes buscando sustancias que alteren la mente, la mayoría de esos cuentos son leyendas y rumores, y otros simplemente no tienen pruebas suficientes que se puedan apreciar.

Morris, Humphreys, y Reynolds apuntan que la mayoría de las historias de animales borrachos son «anecdóticas, folclóricas y míticas».

Y en unos pocos casos es posible que la gente identifique erróneamente ciertos movimientos o temperamentos con la forma en que actúan los humanos ebrios.

La embriaguez de animales salvajes quizá solo exista en el ojo (a veces algo entonado) del que la contempla.



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