
Por: Julio Disla
La exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela de la X Cumbre de las Américas, bajo el pretexto de que “no forman parte de la OEA”, no es más que una vergonzosa claudicación a las presiones de Washington. La República Dominicana, al justificar la decisión en nombre del “éxito del foro” y la “mayor convocatoria”, se convirtió en vocera de los intereses geopolíticos de Estados Unidos, plegándose sin reservas a la agenda imperial que pretende fragmentar a Nuestra América.
La máscara del “foro de integración”
Las Cumbres de las Américas nacieron con la promesa de ser espacios de diálogo, integración y respeto a la soberanía de los pueblos. Sin embargo, al excluir a naciones que han resistido las imposiciones de la Casa Blanca, se revela la verdadera naturaleza de estos foros: son instrumentos de dominación, donde solo caben aquellos que aceptan el mandato imperial.
La OEA, institución en crisis y cada vez más desacreditada y desprestigiada, es el marco que se utiliza para legitimar tales exclusiones. Pero un organismo que se comporta como “ministerio de colonias” no puede ser árbitro de la democracia en la región. Al asumir ese argumento, el gobierno dominicano dejó de lado principios históricos de nuestra diplomacia: la defensa de la soberanía y la no injerencia.
República Dominicana: ¿socio o peón?
La postura del gobierno dominicano es, en realidad, un acto de entreguismo. No se trata de garantizar el éxito del foro, sino de asegurar que el país se mantenga en la lista de “buenos alumnos” de Estados Unidos. Se trata de la misma sumisión que ha marcado nuestra historia reciente: acuerdos comerciales desfavorables, cesiones estratégicas y apoyo a guerras de agresión disfrazadas de “misiones de paz”.
La pregunta es inevitable: ¿Qué gana nuestro pueblo con esa obediencia? La respuesta es clara: nada. Lo único que se asegura es la continuidad de una relación de dependencia, donde el interés nacional queda relegado a un segundo plano frente a las exigencias del imperio.
La verdadera Cumbre: Nuestra América
La verdadera Cumbre de las Américas no será aquella que excluye, divide y margina, sino la que se construya sobre la base de la igualdad soberana, sin exclusiones y sin tutelajes. Esa es la visión de José Martí cuando proclamó “Nuestra América”, la de Bolívar cuando soñó con una patria grande, la de los pueblos que hicieron de la CELAC y de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz un horizonte común.
Nuestra América no necesita tutores ni permisos para existir. La soberanía no se mendiga, se defiende. Y los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela han demostrado con dignidad que no se doblegan ante el chantaje ni las sanciones.
Un llamado a la dignidad
El gobierno dominicano debe entender que ser anfitrión de un foro internacional no significa ser sirviente del imperio. El respeto a la soberanía, la solidaridad entre pueblos y la unidad continental son valores irrenunciables. La exclusión es una afrenta no solo a tres países, sino a toda América Latina y el Caribe.
Hoy más que nunca, la tarea es clara: levantar la voz contra el intervencionismo, denunciar el entreguismo y reafirmar que el futuro de la región no se decide en Washington, sino en la voluntad de los pueblos que luchan por su independencia.
Porque la soberanía no se pide, se conquista. No se negocia, se defiende.