En los procesos inflacionarios se produce la mayor caída del poder adquisitivo del ingreso y de la tenencia de dinero, puesto que se extiende y amplifica la base imponible sobre la cual se aplican los impuestos compuestos por tasas alícuotas, lo que provoca mayor transferencia de riqueza desde los sectores con ingresos bajos y medios hacia el Estado y los sectores de renta alta.
El círculo crucial que envuelve el incremento de los precios, históricamente ha estado vinculado a la cantidad de dinero en circulación (masa monetaria), su relación con los precios y el tipo de interés, lo cual ha ocupado un espacio importante dentro de la literatura económica y en particular de la teoría monetaria.
Pues, desde los primeros cuantitativitas Apilicueta y Copérnico del siglo XV hasta la formulación de David Hume en el siglo XVIII, la reformulación de Fisher (1911) y la de Milton Friedman de 1957, el tema sigue siendo el centro de interminables controversias en el marco del pensamiento económico.
A finales del siglo XIX, el economista Johan Wicksell en su obra “Interés y precios”, publicada en 1898, concibe dos tasa de interés: a) tasa natural de interés (TNI), explicada por el rendimiento o la productividad marginal del capital, cuyo efecto neutro en los precios y en ausencia de rigideces, induce el producto a su nivel potencia; y b) tasa monetaria, explicada por la demanda y oferta de dinero.
Establece la relación entre la brecha de la tasa de interés real respecto a la tasa natural de interés y el comportamiento de los precios.
En esa lógica, una brecha sería negativa, si el tipo de interés real se encuentra por debajo de la TNI, en se escenario el nivel de precios tiende al alza. Por otro lado, una brecha sería positiva, si el tipo de interés real se sitúa por encima de su valor de equilibrio, en ese escenario el nivel de precios tiende a la baja.
La diferencia entre la tasa de interés real y la PNI, sugiere moderar ambas tasas hasta producir cierto grado de nivelación, cuyo rol corresponde a la autoridad monetaria que se enfrenta a dos escenarios extremos: a) una brecha negativa supone una postura de política monetaria del tipo expansiva, en la que el tipo de interés de referencia tiende a disminuir, flexibilizando en nivel de crédito y la tenencia real de dinero; y b) una brecha positiva sugiere una postura restrictiva, puesto que la tasa de política monetaria o el tipo referencial tiende a aumentar, constriñendo el crédito bancario y restringiendo el nivel de tenencia real de dinero.
Dado los efectos de la gran depresión en el primer cuarto del siglo XX, y el auge de la obra “Teoría general del empleo, el interés y el dinero”, publicada por John Maynard Keynes en 1936, queda relegado el concepto de tasa natural del interés como la reformación de la teoría cuantitativa o ecuación de cambio, publicada por Irving Fisher en 1911, no concitó relevancia, dado su escasa conexión operativa con la realidad del momento.
Sin embargo, luego de haber quedado en el olvido por más de 100 años, aunque acogida por la escuela austríaca, el concepto wickselliano “tasa natural de interés” reaparece en la propuesta de regulación monetaria formulada por el economista estadounidense John Taylor, publicada en 1993, denominada “regla Taylor”.
En realidad la propuesta Taylor constituye una regla de política monetaria que permite a las autoridades monetarias ante cambios o eventos de tipo macroeconómicos, introducir un tipo de interés nominal de corto plazo a los fines de lograr una administración efectiva de la masa monetaria y mantener el nivel de inflación y el producto real en torno a su objetivo meta, que conduce hacia un nivel de equilibrio general o de pleno empleo a largo plazo.
Establece dos brechas fundamentales, a saber: la primera, relaciona el nivel de inflación con su objetivo meta; y la segunda, vincula el crecimiento del producto real con su nivel potencial, en tanto incorpora la TNI de Wicksell.
En efecto, Taylor advierte que cuando el crecimiento del PIB real y la inflación giran por encima o por debajo de sus objetivos metas, la autoridad debe asumir cambios en su postura de política monetaria, moviendo el tipo de interés nominal, conforme corresponda incidir en la demanda agregada.
En sintonía con la “regla Taylor”, desde su formulación en 1993, gran parte de los bancos centrales a nivel global se han acogido a la misma, mediante el establecimiento de los denominados esquemas de metas de inflación (EMI), recordando que Nueva Zelanda lo estableció en 1992, es decir, previo al lanzamiento de la propuesta Taylor.
*Por Luis Santos Burgos