
Los grandes emprendimientos no nacen de ideas perfectas, sino de problemas bien observados.
Emprender es, ante todo, resolver un problema.
Esa es la brújula más certera que conozco. No hay emprendimiento sin necesidad, sin reto, sin algo que esté roto o incompleto. Por eso, el emprendedor no debe huirle a los problemas: debe enamorarse de ellos.
Los problemas son la materia prima de cualquier iniciativa emprendedora. Si el problema ya tiene solución, la oportunidad sigue existiendo si puedes resolverlo de forma más fácil, más rápida o más barata. A veces, la solución que identificas ni siquiera ha sido validada por otros: ahí comienza la verdadera innovación.
Pero no todos los problemas requieren inventar desde cero. A veces, emprender es traducir una solución ya probada a un nuevo contexto. Poner un colmado en un barrio sin acceso a uno puede parecer simple, pero requiere visión, análisis y capacidad de ejecución. Lo mismo ocurre con modelos de negocio que se adaptan a nuevas geografías o públicos.
En mi experiencia, viví de cerca uno de esos procesos: la implementación local de un modelo internacional de comida rápida. No inventamos la pizza, ni el delivery. Lo que hicimos fue adaptar una fórmula que ya funcionaba: producto caliente, buen precio, entrega confiable. La verdadera innovación fue hacerlo funcionar con consistencia en un entorno nuevo. Y como ese, hay muchos otros casos de formatos y sistemas que triunfan cuando se adaptan bien.
La clave no siempre está en crear algo nuevo, sino en ver lo existente desde otro ángulo. El papel fue inventado en China hace más de dos mil años, pero el papel higiénico no apareció hasta el siglo XIX. La rueda fue inventada en Mesopotamia hace más de cinco mil años, pero nadie pensó en ponerle ruedas a una maleta hasta 1970. ¡Imagínate cuántos viajes hicimos antes de esa simple genialidad!
Estos ejemplos nos recuerdan que la innovación muchas veces no surge de grandes descubrimientos, sino de conexiones prácticas. Lo nuevo no siempre es lo nunca antes visto, sino lo nunca antes combinado.
Así que, si estás rodeado de problemas, felicidades. Tienes una mina de oro. Emprender no es solo tener ideas; es mirar los problemas con ojos distintos y atreverse a proponer soluciones que tal vez, hasta ahora, nadie ha intentado.
Porque el verdadero emprendedor no es quien busca ideas brillantes, sino quien encuentra belleza en los problemas del mundo… y se atreve a resolverlos. Al final, enamorarse de los problemas es también enamorarse del camino que nos transforma.
*Por Luis de Jesús Rodríguez