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El poder: la lucha por la mesura y el control

Desde la existencia de las primeras civilizaciones, la ostentación de dominio, de ejercer influencia y autoridad, frente a un conglomerado o colectivo, ha sido fuente de inagotables discusiones, debates, tesis, ensayos, etc.

El caso estadounidense podría constituirse de manera parcial en una excepción a la regla. Señalo que parcialmente, puesto que, desde su independencia, en 1776, aunque el poder ha estado vigilado y regulado por una robusta institucionalidad que ha servido de contrapeso y, a su vez, ha permitido la motorización de un sostenido e innegable desarrollo social y económico, convirtiéndose en la primera potencia mundial, los ajustes institucionales, sumado al equilibrio de los tres poderes del Estado norteamericano, no han sido suficientes para regular el alcance y las implicaciones del poder en la figura presidencial.

A raíz de la cuarta elección consecutiva de Franklin Delano Roosevelt, en 1944, Estados Unidos planteó seriamente la limitación a los periodos presidenciales. La 22.ª Enmienda a la Constitución, ratificada en 1951, estableció solo dos periodos constitucionales consecutivos.

Dicha enmienda, también dispone que, si un vicepresidente o cualquier otro funcionario en la sucesión presidencial asume la primera magistratura del Estado por más de dos años de un mandato ajeno, solo podrá ser elegido presidente una vez más.

Roberto Ángel Salcedo

Con el devenir del tiempo, el poder político, en todas partes del mundo, ha confrontado pronunciadas dificultades para lograr equilibrios, controles y una posición mesurada en muchos de sus actores, y los casos, que se cuentan por miles en cualquier época, forman parte de procesos consustanciales a patrones de conductas distorsionadas de los seres humanos.

El síndrome de hybris
En la antigua Grecia, el hybris era tipificado como la arrogancia excesiva, la desmesura y extralimitación. El hybris era un pecado contra la medida y el balance del poder.

Para la tragedia griega, representada por los dramaturgos Sófocles y Eurípides, el hybris seguía un patrón reiterado y vicioso de éxito, arrogancia, transgresión y caída.

El concepto fue evolucionando en el análisis y la ponderación. Para Aristóteles, el hybris era el orgullo desmedido por el poder. En el presente siglo, uno de los análisis más resueltos y precisos llegó de parte del político y médico británico David Owen.

En el poder y en la enfermedad
David Owen, tras haber agotado un ejercicio profesional como neurólogo, desempeñó varias funciones de Estado, una de las más importantes fue la de Secretario de Relaciones Exteriores, entre 1977 y 1979, en el gobierno del primer ministro James Callaghan. Esta doble condición, de médico y político, lo llevó a hacer un análisis psicológico sobre el desempeño de figuras prominentes de la política, titulado, “En el poder y en la enfermedad”.

El libro presenta casos interesantes sobre figuras de primera línea en la política mundial del siglo XX. Ejemplos como Theodore Roosevelt, Woodrow Wilson, Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, Richard Nixon, Ronald Reagan, George Bush (padre), Adolfo Hitler, el general Charles de Gaulle, François Mitterrand, Joseph Stalin, Mao Zedong, Ariel Sharon, entre otros.

Aunque el autor reconoce que el hybris no es una patología clínicamente admitida, determina que si es un comportamiento ajustado a patrones, entre los cuales destaca: la creencia sobrestimada del valor personal; la férrea convicción de que solo la historia juzgará; y la muestra incesante de desprecio hacia el consejo ajeno. Esta práctica es más visible en gobernantes que han agotado un dilatado ejercicio en el poder.

David Owen infiere, en su formidable análisis, cómo componentes del hybris incidieron directamente, por ejemplo, en Hitler cuando dispuso la operación Barbarroja: el ataque nazi a la URSS del 22 de junio de 1941; lo manifiesto en la actitud grandilocuente del general De Gaulle en su regreso al poder en Francia, en 1958; el modo de accionar de George Bush y Tony Blair en relación a la guerra de Irak en 2003, y muchos otros casos.

Otro de los aspectos más interesante de este texto, son los ejemplos de enfermedades que por distintas circunstancias los líderes terminaron ocultando, se citan entre varios casos: los problemas cardíacos de Roosevelt en plena Segunda Guerra Mundial; John F. Kennedy con su padecimiento de Addison, enfermedad asociada a los temas nerviosos y musculares, que terminó comprometiendo su salud, llevándolo al exceso con la ingesta de medicamentos.

El poder en RD
República Dominicana ha tenido figuras que, en diferentes etapas de su existencia, han asumido roles autocráticos, dictatoriales o, simplemente, han contribuido a la vulneración de preceptos institucionales. Personajes como Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Hereaux, Rafael Leonidas Trujillo y Joaquín Balaguer, por solo citar algunos casos, actuaron movidos por la grandilocuencia, la ausencia de prudencia, una marcada obcecación por el poder, excesiva confianza y apego desproporcionado a la posición de dominio, características asociadas al hybris.

En el presente contexto político, con Luis Abinader, el poder ha sido reorientado, controlado y limitado, adaptándolo a un propósito más democrático, ético y moral.

La limitación presidencial, similar al modelo norteamericano de dos períodos constitucionales, contenida en la más reciente reforma constitucional del pasado año, ha encontrado el respaldo ciudadano y el compromiso de diversos sectores nacionales en aras de establecer nuevos parámetros institucionales.

El poder con sus formas, influencia y alcance, siempre ha movido las más desmedidas pasiones y deseos. El reto de las sociedades es modularlo y regularlo para su propia paz social, progreso y desarrollo.

*Por Roberto Ángel Salcedo

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