
¿Por qué idealizamos? No tengo la respuesta. Lo que sí tengo claro es que, al hacerlo, acabamos la mayoría de las veces frustrados y amargados.
Hace unos días leí que una de las cosas que tienen en común las parejas que llevan muchos años juntas es que cada uno acepta al otro como es, con lo bueno y con lo malo, y no tratan de cambiarse mutuamente.
Demasiadas veces nos relacionamos con alguien pensando eso de "ya cambiará" o, peor aún, “voy a lograr que cambie”. Y les tengo una sorpresa: eso no sucede. Idealizamos a esa persona, la vemos y la queremos perfecta (en nuestra cabeza, claro).
Estamos seguros de que aquello que no nos gusta tanto acabaremos cambiándolo y nos aferramos a eso sin tratar de entender, respetar y permitir que el otro sea tal cual es.
No solo nos pasa en las relaciones de pareja, lo mismo en las de familia, de amistad; incluso idealizamos las cosas, el trabajo, un viaje… Armamos toda una película en nuestra cabeza y, ante cualquier giro de la trama que no nos gusta, no sabemos cómo manejarlo y tratamos de buscar la solución.
Y esta no es más que dejar de buscar esa perfección que no existe en absolutamente nada, empezando por uno mismo.
Está bien soñar, pensar en lo que queremos, nos gusta y buscamos, pero no podemos ser tan rígidos y creer que cada cosa y cada persona van a ser exactamente como queremos.
Además, cuando es al revés, cuando a nosotros nos exigen cambiar o ser de una manera que no queremos, ahí nos rebelamos. Solo hay que pensar en eso la próxima vez que ese ideal que tienen en la cabeza no se cumpla. Lo interesante del caso es que a veces la realidad es cien veces mejor.