El ‘no’ de los colombianos

El ‘no’ de los colombianos

El ‘no’ de los colombianos

Danilo Arbilla

En noviembre de 1970 entrevisté en Bogotá, en el Palacio San Carlos, al presidente conservador Misael Pastrana Borrrero.

Con él se cerraba el ciclo de cuatro períodos presidenciales, con alternancia entre liberales y conservadores, para la afirmación institucional tras la dictadura del Gral.

Gustavo Rojas Pinilla. Al final de la entrevista el presidente Pastrana me preguntó sobre la “ difícil“ situación que se vivía en Uruguay por la guerrilla “tupamara”.

En esos momentos, y en la materia, el mayor problema de Colombia era el de los “ esmeralderos”, más que los movimientos revolucionarios o los narcotraficantes. Ni sospechaba el presidente lo que se le venía.

A fines de 1991 entrevisté al presidente César Gaviria Trujillo , en Bogotá, pero esta vez en el Palacio Nariño. Por esos días Pablo Emilio Escobar Gaviria, el jefe del Cartel de Medellín, ante el riesgo de ser extraditado a los EE. UU., resolvió “ fugarse“ de la cárcel que él mismo había construido para su alojamiento.

Operaban entonces distintas bandas ilegales: narcotraficantes, dos movimientos revolucionarios de izquierda, las “autodefensas unidas de Colombia” ( fuerzas paramilitares de extrema derecha) y hasta algunos esmeralderos, todavía. Pero la “ guerra” era con los “ narcos” .

Un año antes había viajado a Bogotá para dar una charla a periodistas de “El Espectador”. Les hablé de equilibrio, de equidistancia periodística, de no involucrarse, de no tomar parte.

Escobar había asesinado a su director y volado las instalaciones del diario. Me miraban como si recién hubiera llegado de la luna.

Es difícil opinar de afuera sobre Colombia y los colombianos.

Aparentemente otra vez la humildad le ganó a la arrogancia. Pero es más que eso. No se limita a darse el gusto de rebelarse, de decir “no” a los que creen que a la gente se le puede llevar de las narices. Hay más y debe verse desde más atrás.

Ciertamente con la asunción de Santos y la continuidad del uribismo y unas FARC en retroceso, los colombianos, hace menos de una década, veían que todo estaba dado para alcanzar una paz. Una paz justa y no tan negociada.

El rápido giro de Santos con “su nuevo mejor amigo” Hugo Chávez, los sorprendió. Sobre todo cuando los mejores amigos de Chávez y el chavismo siempre fueron los miembros de las FARC y nunca han dejado de serlo.

Puede, entonces, que los colombianos hayan visto todo este proceso de paz, con Venezuela como país garante y La Habana como sede, demasiado contaminado de bolivarismo.



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