Entre los maestros que impartían clases en la escuela Normal de la Capital, allá por los años 50, había uno que se distinguía por su empeño en que sus alumnos no recitáramos al pie de la letra, como papagayos, las lecciones tal cual estaban en el libro, sino que razonáramos el porqué de las cosas.
Ese maestro era Pedro Mir, cuyo centenario celebramos este año en su condición de Poeta Nacional, por su exquisita obra literaria, especialmente en el área de la musa Polimnia.
Su estrategia para enseñar sin embotellarnos los textos consistía en interrumpir la perorata aprendida de memoria con un inesperado ¿Por qué?, que obligaba al estudiante a pensar con su propia cabeza.
Después de su etapa como maestro de escuela, Pedro Mir logró irse al exilio político, para, caída la dictadura, regresar y dedicarse por entero a la cátedra universitaria y la creación poética y literaria.
Tuve el honor, como su antiguo discípulo y finalmente su amigo, de contar con su pluma como una de las colaboraciones de lujo con que contó la revista ¡Ahora! en sus días de gloria.
Pedro Mir, ¿por qué? Porque hay un país en el mundo que necesitaba contar entre sus hijos con un hombre así: honesto, íntegro, coherente.
