El gusto de decir que no

El gusto de decir que no

El gusto de decir que no

Ana Blanco

Parece que venimos programados para siempre decir que sí o, por lo menos, irnos más a la opción de ser complacientes que a la de rechazar de primera algo.

En principio, esto suena correcto, ser abierto, estar con un sí siempre en la boca te abre muchas posibilidades. El tema llega cuando no sabes distinguir entre lo que se va a convertir en algo positivo o lo que al final se transforma en un problema o carga para ti.

Decir no puedo, no quiero, no me gusta suele llevar a los demás a verlo no como un acto de sinceridad sino como algo desagradable y por eso tratamos de evitarlo o de disimularlo.

Y debería ser fácil ser capaces de sincerarnos y decir realmente un no sin que eso se traduzca en rechazo.

Demasiadas veces caemos en procesos que nos afectan en nuestro tiempo, actividades, hasta en nuestras emociones por tratar de complacer a otros por el simple hecho de pensar que si no lo hacemos así van a juzgarnos o no van a valorarnos tanto.

Creo mucho en la sinceridad, en ser capaz de expresarme tal cual pienso y siento, y de igual manera la valoro mucho en los demás. Si somos capaces de comunicarnos de esta forma al final eso evita muchos malos entendidos, manipulaciones, hasta mentiras tanto hacia uno mismo como hacia los demás.

No pasa nada por decir que no, si realmente es algo que no quieres hacer, dilo; si la otra persona no lo entiende al final es su problema, no el tuyo.

Si por querer quedar bien no lo haces, a la larga te va a afectar a ti y definitivamente a esa persona también.
Y te aseguro que después de romper esa barrera te vas a sentir mucho mejor.



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