A lo largo del año 1804, Jean Jacques Dessalines, como gobernador general de Haití, centró su atención en la organización política y económica del nuevo Estado. La revolución antiesclavista, que duró 13 años, sumió a la otrora “perla de las Antillas”, en una espantosa ruina económica y social. Para la joven república de Haití, tal situación significaba un enorme reto porque, además de la necesidad de restablecer el comercio tanto interno como externo, sus dirigentes tenían el deber de proporcionarle a los antiguos esclavos, ahora hombres libres, las fuentes de trabajo necesarias que les permitieran vivir dignamente.
Por su lado, en el Santo Domingo español, el general Louis Ferrand, designado por Napoleón como Capitán General y gobernador, hizo lo propio que los haitianos y aprovechó el año de 1804 para reorganizar la colonia sobre todo en el plano político administrativo y militar a fin de protegerse de posibles ataques tanto de haitianos como de ingleses.
Te recomendamos también leer: La Era de Francia en Santo Domingo (1803-1809) 1 de 2
Originalmente, la guarnición militar que Ferrand encontró en Santo Domingo era de 400 hombres, a los cuales se sumaron 600 soldados que integraban el contingente que acompañó al general desde el Cibao. Unos 300 soldados franceses que se encontraban entre Puerto Rico, Cuba y Venezuela, regresaron a la isla, a raíz del llamado que hizo Ferrand, y se unieron a otros 500 soldados pertenecientes a la guardia cívica dominicano-española.
Para finales de 1804, con una guarnición militar de 1,800 hombres, Ferrand se sentía seguro para proteger lo que constituía el último reducto militar francés en la isla de Santo Domingo. Todavía más importante era el hecho de que, cuando llegara el momento oportuno, Ferrand estaba decidido a invadir la parte occidental con el propósito de reconquistarla y luego restablecer el sistema de la esclavitud. Incluso, a principios de ese año ordenó, mediante decreto, que en los pueblos fronterizos fueran apresados haitianos menores de 14 años para ser vendidos como esclavos.
Enterados acerca de estas medidas de Ferrand, al igual que de sus planes ulteriores, Dessalines y sus principales lugartenientes organizaron una invasión militar con el fin de desalojar a los franceses de la parte española de la isla. Los líderes haitianos consideraron que, al proceder de esa manera, se aseguraría de controlar la isla completa, con lo cual lograrían preservar la independencia nacional y la liberad de sus compatriotas.
Así, a principios de enero de 1805 a la ciudad de Santo Domingo llegó la noticia de que una numerosa invasión militar, integrada por más de 20,000 hombres, y encabezada por Dessalines y Cristóbal, se dirigía hacia la ciudad de Santo Domingo. Una parte del ejército invasor penetró a territorio dominicano por el sur; mientras que la otra lo hizo por el norte. La estrategia haitiana consistía en unir sus fuerzas en los alrededores de las murallas de la ciudad, rodearla, sitiar a los moradores e impedir que se abastecieran de alimentos, lo cual los forzaría a rendirse.
Pero Ferrand, sus tropas y los dominicanos que los apoyaban (que preferían ser gobernados por los franceses en lugar de los haitianos), se habían preparado lo suficiente como para repeler de manera efectiva cualquier ataque proveniente de la parte haitiana. Durante casi tres meses de mucha incertidumbre, dominicanos y franceses resistieron el sitio de los invasores. Pero fueron tantas las estrecheces padecidas por la población encerrada en las murallas, que esta se vio obligada a consumir carne de caballos, burros, perros y se dice que hasta de ratones.
El momento llegó en que muchos creyeron que la ciudad estaba a punto de caer en manos de los invasores, cuando todo cambió inesperadamente, pues en el Placer de los Estudios apareció una escuadra francesa, que navegaba por las Antillas para atacar las posesiones inglesas. Una de las fragatas se acercó al puerto para brindar asistencia en materia de provisiones, lo que alivió considerablemente la situación de extrema escasez de alimentos que padecía la población, al tiempo que elevó la moral tanto de franceses como de los dominicanos.
Dos bergantines de esa escuadra francesa continuaron navegando rumbo al oeste y esa circunstancia hizo suponer a Dessalines y Cristóbal que tal vez algunas de sus fragatas se dirigían a Haití, razón por la cual levantaron el sitio a la ciudad y se retiraron de manera apresurada. No obstante, durante el trayecto del ejército haitiano hacia Haití, los soldados de Dessalines y Cristóbal incendiaron y redujeron a escombros gran parte de las poblaciones que encontraron en el camino.
Existen documentos fidedignos dando cuenta de que hubo saqueos, destrozos e incendios en los pueblos de Monte Plata, Cotuí, La Vega y Santiago, mientras que el 3 de abril, en Moca, en ocasión de un Te Deum que se celebraba en la iglesia del pueblo, una cantidad indeterminada de pobladores fueron degollados. La memoria colectiva dominicana aún recordaba el trágico final de los integrantes del batallón Cantabria, todos dominicanos, que se encontraba de servicio en la parte occidental, y quienes por órdenes de Toussaint fueron ejecutados en represalia al hecho de que los dominicanos preferían ser gobernados por los franceses antes que por los haitianos.
Desaparecido el peligro haitiano en 1805, Ferrand creyó que tendría la oportunidad de estabilizar las actividades económicas y administrativas de la colonia. Aspiraba a proporcionarle paz, bienestar y seguridad al colectivo dominicano, cuyas raíces hispánicas eran inalterables. Pero el temor que tenía la población en torno a la posibilidad de nuevas incursiones haitianas, unido al recuerdo de las atrocidades cometidas recientemente, hizo que mucha gente optara por emigrar hacia Puerto Rico, Cuba o Venezuela en busca de mejores horizontes.
Al siguiente año, Dessalines cayó asesinado, víctima de una conjura política, y Haití se vio estremecido por nuevos conflictos internos que dividieron al país en dos estados, una república en el sur y una monarquía en el norte. Tras estos acontecimientos, la colonia del Santo Domingo español experimentó una época de relativa tranquilidad política y económica, que fue alterada a principios de 1808 cuando Napoleón Bonaparte invadió y ocupó España por un período de seis años.
Este acontecimiento, en adición al hecho de que Ferrand también había prohibido el comercio fronterizo entre criollos propietarios de ganado y los haitianos, fue el detonante para que un grupo de dominicanos, liderados por Juan Sánchez Ramírez, decidieran iniciar un movimiento con el propósito de expulsar a los franceses y restaurar la colonia en favor de España, para lo cual contaron con el apoyo económico y militar del gobernador de Puerto Rico.
Durante varios meses, Sánchez Ramírez se desplazó por diferentes pueblos de la parte española conquistando seguidores para el movimiento de La Reconquista. En principio, Ferrand creyó que eran infundados los rumores sobre un levantamiento contra su gobierno; pero en el mes de octubre las cosas cambiaron drásticamente y el gobernador francés tuvo que enfrentar una sublevación tanto en el sur como en el este.
La batalla que selló la victoria definitiva de los dominicanos tuvo lugar en el Seibo, en la sabana de Palo Hincado, el 7 de noviembre de 1808. Unos dos mil hombres, al mando de Sánchez Ramírez, se batieron contra 600 soldados dirigidos por el propio Ferrand, quien ante la evidente superioridad de sus rivales no quiso deponer las armas y rendirse. La mayoría de sus soldados cayó en combate y el propio Ferrand, decepcionado por la derrota, se suicidó de un pistoletazo.
Poco después de la victoria de Palo Hincado, Sánchez Ramírez y sus hombres se dirigieron a la ciudad de Santo Domingo, en donde el resto del ejército francés se había atrincherado y preparado para la defensa. Pero los dominicanos, de manera estratégica, sitiaron la ciudad con el fin de impedir que los franceses se abastecieran de alimentos y de refuerzos. El sitio duró poco más de ocho meses los franceses capitularon, gracias a la intervención de una escuadra inglesa que bloqueó la ciudad en favor de los dominicanos.
Pese a que tradicionalmente Inglaterra y Francia eran países rivales, el orgullo francés impidió que la guarnición francesa de Santo Domingo capitulara ante a Sánchez Ramírez y sus tropas, a quienes socialmente consideraban inferiores, sino que prefirieron entregar la ciudad a los ingleses el 11 de julio de 1809.
Al cabo de varios días, Sánchez Ramírez negoció con los ingleses la entrega de la ciudad a cambio de pagar 400,000 pesos y otras concesiones como compensación por los gastos incurridos durante el bloqueo a los franceses. Tras tomar control de la colonia, Sánchez Ramírez proclamó el retorno a la protección de España y la bandera de la Madre Patria de nuevo flotó sobre la torre del Homenaje, comenzando así el período que los historiadores dominicanos han bautizado como “La España Boba” (1809-1821).