El desafío del sargazo

Las abundantes algas marinas están de vuelta en las playas con la elevación progresiva de las temperaturas en el tramo final de la primavera, que debe dar paso en poco menos de dos semanas al calor extremo del verano en el Atlántico norte.
Este, según los entendidos, es uno más de los muchos efectos del denominado “cambio climático”.
Desde luego, estas algas siempre han sido parte del entorno caribeño, pero con una presencia de la que se pudiera decir natural y discreta.
Lo contrario ha estado ocurriendo desde la década pasada, cuando empezó a hacerse notable a lo largo de la costa caribeña del país y parte de la del Atlántico.
Por lo visto su proliferación, al punto de volverse un problema económico por su impacto en las playas, ha tenido lugar por el aumento de las temperaturas oceánicas y los nutrientes que aporta el gran desierto del Sahara con sus nubes de polvo cargadas de minerales.
Ante estos dos hechos, la elevación de las temperaturas de los mares y el polvo del desierto que llega con las estaciones calurosas, parece poco lo que se puede hacer frente a este fenómeno de nuestro tiempo, como no sea encontrar una forma de aprovechar el sargazo, también de manera masiva, con un fin económico.
Ahora vemos que desde el ambiente académico se está planteando la necesidad de aprovechar la presencia de estas grandes algas, una sugerencia que, como el sargazo, se hace presente de manera periódica.
Unas veces se habla de su aprovechamiento con fines energéticos, otras, de darle un uso en la agricultura, pero estas ideas parecen más fáciles desde los foros que en la práctica.
Tal vez porque se necesitan inversiones importantes, tecnologías, y la participación de todos: académicos, técnicos, gobierno y empresarios.
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