El derecho a equivocarse
Me gustaría pensar que el derecho a equivocarnos es igual al derecho que tienen los demás a juzgarnos.
Hoy en día ser perfecto parece ser un estatus y si lo gritas a los cuatro vientos, mejor.
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En otra ocasión hablaremos de qué es realmente esa idea de perfección, hoy quisiera preguntar algo: ¿qué pasa cuando no cumples estos estándares o si al intentar alcanzarlos te equivocas?
Pues parece ser el peor crimen que uno puede cometer. La mayoría de las veces a quien más afecta ese error es a uno mismo pero, si además de eso, llega un aluvión de gente opinando la ansiedad es mucho mayor.
Están los que sentencian sin ni siquiera averiguar qué pasó, llegan los más comprensivos que te dan un largo sermón de por qué fallaste y claro aquellos que te enseñan sus lecciones de cómo no volver a equivocarte.
No nos permiten aprender, analizar qué ha pasado y cómo mejorar. Solo nos cuelgan el cartel de… fracaso… y nos dan sus respuestas. No hay mayor libertad que entender por qué algo salió mal, hacer un autoconocimiento y buscar la solución.
Pero ahora no funciona así. Parece que estamos todos prefabricados y así es la única manera de encajar.
El problema es que somos seres únicos, con mente y corazón propios, y para realmente encajar, para “no equivocarnos” empezamos a dejar de lado lo que somos y adoptamos lo que debemos ser, en ese camino, si hay que mentir, se hace, si hay que arrollar a otros, se hace, pero no somos capaces de darnos cuenta que al final no vamos a ser felices, siempre vamos a estar por debajo de las expectativas de los demás.
Abogo por el derecho a equivocarse, por el derecho a aprender de ello.
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