El coche fue un vehículo utilizado durante muchos siglos, hasta el invento del automóvil.
Consistía en un armazón de metal, al cual se le instalaba una especie de cabina, semicircular, suspendida por medio de correas o puesta sobre muelles, con dos portezuelas dotadas de ventanas, que contenía asientos, a veces uno, otras uno frente del otro, generalmente forrados de piel o de telas lujosas.
Generalmente, tenían cuatro ruedas, pero los había de dos. En la parte delantera, tenía un sillín para el conductor del carruaje.
Este estaba equipado para sujetar caballos, los que, desde tiempo inmemorial, transportaron al ser humano de una u otra forma. Los caballos enjaezados, eran conducidos mediante riendas manejadas por el cochero.
Los había para un par de bestias y también para cuatro o seis, dependiendo de la categoría del personaje, dueño del coche.
En el Museo de las Casas Reales podemos observar un coche de los que se usaron con mucha frecuencia en la primera capital de América.
Sin embargo, el coche no se comenzó a utilizar en España sino a finales del siglo XVI, antes de esa época se viajaba en litera o andas y como siempre, sobre la montura de un caballo.
Cuando llegaron
Cuenta Gonzalo Fernández de Oviedo que cuando la princesa Margarita llegó para casarse con el príncipe Don Juan, heredero de los Reyes Católicos, trajo el uso de los coches de cuatro ruedas, pero al retornar, ya viuda, a Flandes, cesó el uso de los coches y se volvió a la litera.
Ya por el 1546 se vio en Barcelona la entrada del lugarteniente general García de Toledo, con su esposa Victoria Colona, en un magnifico coche, el primero que se veía.
Estos vehículos llegaron a las colonias americanas en el siglo XVII y desde entonces, se hicieron necesarios, sobre todo para los grandes hacendados que tenían que viajar a sus posesiones y traer de vuelta numerosas viandas para la casa.
Para trasportar la caña
Se utilizó el carro de bueyes o de asnos, para trasportar la carga. En los ingenios era necesario tener esos vehículos para trasportar la caña al trapiche y luego las cargas de azúcar, destinadas a embarcar para España.
En las casas se habilitó un espacio interior para guardar el coche, el que siempre era cuidado con esmero por un servidor dedicado a este oficio. Además de caballerizas.
En la América tropical se puso de moda, ya en el siglo XIX, el llamado quitrín, de un solo eje, tirado por caballos. Es similar al cabriolé, con capota plegable, ideal para el paseo de las damas, al atardecer. Tiene dos ruedas de gran diámetro, adecuadas para sortear terrenos accidentados. Con una única fila de asientos. En el quitrín el calesero debía manejar el caballo montado sobre la bestia.
También se usó el llamado cabriolé, de dos ruedas, montado sobre muelles fijos. Las correas que guían al caballo están sujetas por debajo del asiento. Este vehículo tenía capota.
La calesa, utilizada para viajes largos, es un carruaje de dos o cuatro ruedas, tirado por caballerías, con taburete delantero para el conductor; fue el método de trasporte más usado en la época.
Aunque el coche o carruaje, como medio de trasporte, se hizo popular en el siglo XVII. Anteriormente fue utilizado como carro de guerra, desde tiempos de los egipcios, y como trasporte de carga, jalado por bueyes, por los ejércitos romanos. Su uso como vehículo citadino decayó en el medioevo, pero como trasporte de carga se utilizó siempre, sobre todo por los ejércitos y los grandes terratenientes.
Un paseo citadino
El coche que se exhibe en las Casas Reales está habilitado para ser conducido por un cochero, tiene además aditamentos más modernos, como son los lucernarios a cada lado.
Es de cuatro ruedas y está elaborado en fina madera, con portezuelas dotadas de cristales. Es un coche dedicado para el paseo citadino, perteneciente a un personaje de la clase dominante.
Por lo general, en el pescante se situaba un guardia para vigilar que no hubiera tropiezos. Posee además un vano provisto de un cristal, en la parte correspondiente al banco del cochero, para poder mediante golpecillos, señalar al conductor, el deseo de detenerse o de cambiar de rumbo. Tiene también un pequeño espacio con vidrio, en la parte trasera, para observar cualquier objeto o percance.
Paseos románticos
— Recordar la época
Es agradable, al observar el coche, poder imaginar la vieja ciudad con estos vehículos circulando a paso lento y las damas asomándose para saludar a sus conocidos. En nuestra romántica ciudad, de tiempos idos.
*Por MARÍA CRISTINA DE CARÍAS, CÉSAR IVÁN FERIS IGLESIAS Y CÉSAR LANGA FERREIRA