El chamo me puso un huevo

El chamo me puso un huevo

El chamo me puso un huevo

Isauris Almánzar

Si algo me llena de orgullo es la solidaridad con la que el pueblo dominicano trata a los extranjeros, no importa el país de origen, siempre mostramos una sonrisa y le damos un cálido abrazo a ese que llegó de fuera,  somos un país tan bendecido que el que nos visita  quiere volver  una y otra vez.

Los dominicanos somos personas cuya costumbre es cocinar de más por si alguien llega sin avisar, siempre tenemos nuestro jugo  en la nevera a “cualta” y el café en la cocina es el pan nuestro de cada día, somos los que improvisamos un minibar hasta con una bandeja con la esperanza de que llegue algún primo borrachón  y  si algo está claro es que no nos preparamos para el paso de un  ciclón, sin embargo, siempre estamos activos por si se arma algún teteo en el barrio, el dominicano es simplemente el final, por algo somos el destino turístico por excelencia del Caribe.

Debido a la crisis política, social y económica por la que está atravesando nuestra hermana Venezuela, muchos venezolanos vieron nuestro país como una gran oportunidad para avanzar (hoy contamos con más de 100,000 inmigrantes de esta nación)  y un ejemplo de esto es el auge de los famosos puestos de comida rápida en camiones o los food truck los cuales han tenido gran acogida en el público dominicano, algunos han incursionado en la estética, otros en servicios de taxi, etc.

He hablado con algunos venezolanos y en nuestras conversaciones ellos señalan lo agradecidos que están con la acogida que le ha dado esta nación y me han manifestado que han tenido un trato tan humano  que se sienten como en casa y algunos ya no se quieren ir de aquí.

Precisamente la solidaridad que nos corre por las venas fue la causa  que llevó a mi primo Orlando a recibir “el  chamo” en su casa, un amigo venezolano, ellos juegan  pelota en una academia en Miami, pero como el chamo  no puede regresar a Venezuela por problemas con el Gobierno y no tiene familia en este país, cada vez que venía se quedaba en la casa de mi primo, donde él vivía junto a su esposa y fue acogido como un miembro de la familia, “el chamo” era un tipo aparentemente respetuoso y muy guapo, recuerdo que yo siempre buscaba una excusa para ir a esa casa, el tipo mide 6′11, tiene cierto parecido al actor Chris Hemsworth quien encarna a Thor, pero esta versión es con el pelo negro y los ojos azules  y tiene una sonrisa que afloja las rodillas más atornilladas, porque al sonreír se le hacen dos hoyuelos en los cachetes y tiene un arete en la nariz que va perfecto con su hermosa carita, todo un mango banilejo.

Resulta que un día llegué a la casa de mi primo  a buscar un dinero y quien me abrió la puerta fue el chamo y estaba en toalla y más atrás salió mi cuñada y la noté un poco nerviosa, al ver este escenario tuve un momento de  confusión, pero todo volvió a la calma cuando vi que mi primo salió a saludarme, le pedí perdón a Dios por lo que estaba por pensar.

A la semana siguiente mientras estaba sazonando un pollo en mi cocina, pude notar que mi teléfono estaba sonando de forma muy  insistente y me asusté porque es muy difícil que alguien me llame y al contestar era la esposa de mi primo quien lloraba desesperadamente y su respiración estaba muy agitada, lo único que me dijo fue “¡Isa, ven para mi casa,  por favor!”  luego de esto  escuché un golpe muy fuerte y a partir de ese momento perdimos la comunicación y pensé… (Continuará).



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