El misterio de la casa de la abuela (Segunda parte)

El misterio de la casa de la abuela (Segunda parte)

El misterio de la casa de la abuela (Segunda parte)

Isauris Almánzar

“Les juro que lo primero que me vino a la cabeza fue nuestra inminente muerte y en mi experiencia con los espíritus, ninguno había sido tan agresivo como este”.

Hace algunas semanas, les hablaba de Santiago Rodríguez, la belleza de esta provincia y sus misterios, también les empecé una historia de terror de la que fui testigo.

Estuve con la familia en la cabaña de mi abuela, porque mi prima había llegado del extranjero, mientras hacían unas carnes, ya yo estaba viendo cosas raras, el perro estaba insoportable ese día, pero decidí callar, no pensé que pasaría a mayores.

Solo éramos tres mujeres en una habitación, mientras otros dormían, abríamos las maletas y de pronto algo empezó a golpear fuertemente la casa de madera, como si llevase un bate en las manos (les aclaro que la cabaña es de dos niveles y el segundo nivel es de madera) a medida de cada golpe, esa cosa se acercaba más a nosotras, ¿recuerdan la película 13 Fantasmas de Robb White, específicamente las escenas de El Chacal y El Aniquilador? Bueno, es para que tengan una idea de lo que vivimos esa noche.

Mi prima estaba de pie y se puso pálida, su cara estaba blanquísima y su cabello se veía más negro de lo normal, sus labios empezaron a temblar y sus ojos abiertos sugerían que había tenido un bajón de azúcar, mientras mi tía y yo nos tapamos la boca y nos abrazamos. ¡Nos llevó quien nos trajo!, fue lo que pensamos, lo que sea que estaba ahí afuera nos iba a desbaratar y nadie entendería lo que nos pasó.

No pensamos en otra cosa que clamar a Jehová desde lo más profundo de nuestro vientre, porque un ladrón lo más que puede hacer es secuestrarnos, robar, etc. Lo más grande que le puede suceder a alguien es luchar contra lo desconocido, sin saber de quién o de dónde va a venir el golpe.

Pegamos un grito como si nuestras mentes se hubiesen conectado, nos llenamos de valor y empezamos a orar y algo pasó, porque esa cosa dejó de golpear la madera y se fue, corría como si fuese un caballo, pero los caballos no suben escaleras. Mi prima, como cristiana, al fin, salió, caminó por las habitaciones con una pistola en la mano, porque también es militar y empezó a entonar himnos y alabanzas que duraron hasta las siete de la mañana, todo el poblado la escuchó cantar, pero no imaginaban las razones.

De seguro ustedes dirán que cualquiera pudo haber entrado y les aseguro que es prácticamente imposible, porque son grandes extensiones de terreno que están cercados y ningún ladrón advierte lo que va a hacer, además, la familia es famosa por su valentía y colección de armas, por lo tanto, nadie es tan incoherente.

Volviendo al tema, decidimos no contar nada por miedo a que nos tildaran de locas. Al día siguiente solo nos limitamos a recoger unos mangos debajo de las matas, echar maíz a los patos y pollitos, a recoger un poco de café (Unos granos rojísimos y hermosos puestos en una higuera marrón) y cocinamos el famoso chivo liniero acompañado de mucho romo, todo muy rico.

Honestamente, pensamos que ya la situación estaba controlada, pero nos equivocamos, lo peor estaba por pasar…



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