En la entrega anterior hablaba sobre el orgullo que siento de la solidaridad que tiene el pueblo dominicano con los extranjeros, recordando que somos un país “cuya costumbre es cocinar de más por si alguien llega sin avisar, que siempre tenemos nuestro jugo en la nevera a “cualta” y les decía que el café en la cocina es el pan nuestro de cada día”. Definitivamente, el dominicano es un personaje muy pintoresco y siempre está activo para todas las fiestas.
De igual manera, les hablé sobre la crisis general por la que atraviesa Venezuela, que lastimosamente ha llevado a muchos venezolanos a salir de su patria en busca de mejor calidad de vida, les mencioné lo mucho que han avanzado estos inmigrantes en materia económica y en la gran acogida que han tenido en la República Dominicana, donde la gran mayoría de mis conocidos me han manifestado la afinidad que sienten con nuestra gente y nuestra cultura, sintiéndose como si estuviesen en casa y muchos pretenden quedarse en nuestro país por el buen trato recibido.
Debido a la solidaridad que los dominicanos llevamos en nuestras venas y la situación política de Venezuela, uno de mis primos, llamado Orlando, pelotero de grandes ligas, decidió recibir a su compañero de equipo en su casa, donde él vive junto a su esposa, recordando que su amigo es venezolano y es un hombre muy elegante, al cual le pusimos “el chamo” yo siempre visitaba a mi primo cuando venía al país y ya tenía otro motivo, el chamo, aunque ciertos comportamientos que involucraban a mi cuñada y el chamo llamaron mi atención, tenía dudas sobre lo que pasaba en esa casa y un día mi cuñada me llamó al celular y solo alcanzó a decirme “Isa, juye, ven para mi casa, por favor” luego de esto escuché un golpe muy fuerte y a partir de ese momento perdimos la comunicación, al principio pensé que era parte de alguna broma, pero como los tiempos están tan difíciles, tomé mi vehículo y salí para allá.
Llegué y empecé a tocar la puerta y quien me recibió fue mi primo, noté que tenía algunos rasguños en su cara y su torso estaba totalmente desnudo, le pregunté qué pasaba y se puso a llorar, solo se limitó a negar con la cabeza, con mucha prisa me fui a la sala, donde estaba mi cuñada junto al chamo y ella tenía un vaso transparente en su mano que contenía algo que parecía agua de azúcar, sus manos temblaban… luego que ella se calmó me contó algo que nunca pasaría por mi mente, ella salió a la tienda y llegó de sorpresa a la casa y se encontró con su esposo, el chamo y el joven que cuida el edificio, que es de nacionalidad haitiana, los tres estaban en la habitación de la pareja, desnudos y ya ustedes deben imaginarse lo que estaban haciendo esos tres verdugos, todos los juguetes sexuales de la pareja estaban tirados por toda la casa.
Me dio mucha pena por mi cuñada, la cual lloraba desconsoladamente y mi primo parecía muy avergonzado por este acto, ni podía mirarme a los ojos, el guardián del edificio aún se encontraba sin pantalones y pude apreciar que lo que dicen de los haitianos es cierto porque “arroz que carne hay”. Esto parecía una escena de una serie de Netflix donde yo no sabía si reírme o llorar porque en momentos de apuros me da con reírme, yo estaba loca por estallar de la risa, yo no sabía qué hacer, había descubierto que mi primo, el más mujeriego de la familia, él jugaba en todas las bases (no hablo precisamente de baseball) y picaba más que yo en asuntos del amor.
Al día siguiente, llegó la mañana y de camino al trabajo me puse a pensar en lo compleja que es la vida, a veces lo que uno cree impensable es lo que sucede, aunque este no fue el caso, porque toda esto que les conté fue un sueño, muy largo, por cierto, a veces yo me hago unos sueños tan locos, porque el chamo solo existe en mi cabeza.
Hay días en los que me pregunto ¿quién será ese hombre con el que me soñé que supuestamente es compañero de equipo de mi primo? Tendré que investigarlo, nadie sabe, a lo mejor la vida me está indicando algo, este fin de semana llamaré a mi primo para preguntarle, cruzaré los dedos.