Santo Domingo.-El cemí del Bahoruco, al que le ha sido anunciado un viaje trasatlántico desde el lugar de Italia en que se encuentra, puede haber sido la representación temprana de un hecho socio cultural recogido por un artista indígena de la Española.
A la interpretación de su posición y los gestos incluida en una publicación del 15 de noviembre pasado agregamos ahora un enfoque lateral a partir de un detalle en las manos de esta elaboración que para unos puede ser la representación de un dios y para otros un amuleto.
La mencionada interpretación acerca de los ojos, la boca y la posición puede ser recuperada de la red bajo la dirección siguiente: (https://eldia.com.do/cemi-del-bahoruco-estara-seis-meses-en-el-pais-y-dejara-una-replica-digital/).
¿Cuál es este detalle? La posición, como la del que salta, pero también como la del que toca un instrumento de percusión, y una mancha negra —oscura podemos decir— en las palmas, como si hubiera tenido alguna vez algo sobre lo que estuvieran apoyadas. ¿Y si ese algo era un tambor o un atabal?
Los aborígenes conocían algunas resinas de árboles que podían ser usadas como pegamento, entre ellas dla el copey, que para los días de la colonización temprana debía de ser abundante en la isla.
Instrumento extraño
El tambor puede haber sido hecho por uno o varios negros africanos y el atabal haber llegado a la isla de la mano de los europeos, que iniciaron la conquista en 1493 y no sería sino en 1525 cuando Carlos I prohibió su uso en los ejércitos.
Este instrumento de percusión y las danzas rituales en las que era utilizado por los africanos debe de haber causado un fuerte impacto en los aborígenes.
Según estudios con radiocarbono atribuidos por Bernardo Vega a “expertos europeos”, el cemí del Bahoruco fue hecho en el lapso 1441—1522.
Sin detalles de la investigación, que pudo haber sido hecha sobre la calavera, la madera usada como columna o sobre el algodón, es arriesgado afirmar que fueron indígenas del siglo xv o del xvi temprano quienes hicieron la deidad, si lo era.
Pero aceptemos que sí, que el cemí pudo haber sido elaborado en el período que refiere Vega.
Para este tiempo los españoles ya estaban bien afincados en la isla y también habían sido traídos muchos africanos, y algunos de ellos se evadían de las plantaciones, las canteras o las haciendas en las que estaban confinados.
Al hacerse cimarrones se coaligaban con los indígenas y uno de los lugares a los que fueron a esconderse fue precisamente la sierra del Bahoruco, en el suroeste de la isla.
Por allí fue establecido uno de los manieles de más larga tradición, así que el de Ocoa no fue el único en esta parte de la colonia.
Para evitar este cimarronaje temprano de esclavos fue autorizada la importación de negras africanas, lo que dio lugar a tres procesos interesantes: la aparcería de esclavos, la mezcla de la sangre de los africanos con las aborígenes y la del blanco español con las negras.
¿Una pieza única?
Vega, quien más ha ahondado en la investigación y divulgación acerca del cemí en la cultura de los indígenas de la isla Española, afirma que varios de estos objetos fueron enviados a Europa en momentos diferentes, pero por lo visto no ha quedado rastro de ninguno, como no sea de este, el del Bahoruco, sacado del país en los primeros tres o cinco años del siglo xx.
Y se da por descontado que se trata de una deidad, como consecuencia, la representación de un dios. Pero pudo haber sido el relato de un hecho sorprendente aprehendido por un artesano, un artista o un sacerdote taíno, que no es otro que la introducción del tambor africano en una cultura en la que no se le conocía.
Si este fuera el caso, el cemí del Bahoruco contiene el primer y único relato llegado hasta hoy sobre la entrada de la percusión en la cultura musical y ritual de un continente que nadie sabe si tenía un nombre, porque hay que dudar que sus pobladores tuvieran una conciencia geográfica del mundo, pero que a falta de uno digámosle Aborigelandia.
Acerca de esta elaboración macabra en la que fueron usadas fibras de algodón, madera, resinas, conchas y una calavera, de carácter religioso según la apreciación general, pero acaso hecho con un fin comunicativo o artístico, entraron unas interpretaciones acerca de los ojos, la boca y la posición a los que ahora acompañamos con la sugerencia de que sea abierta la perspectiva del enfoque para su estudio desde el punto de vista de la estética y de la utilización del arte entre los taínos para dejar constancia de hechos memorables.
El cemí del Bahoruco puede ser deidad, pero también historia, arte o escritura, por lo que también se le puede considerar un testimonio de la manera en que el aborigen vio al africano de los días de la Conquista y apertura de la colonización, con el inicio del cimarronaje.
Un gran ombligo
— Plexo solar
El ombligo, esa cicatriz que acompaña a toda criatura nacida de mujer, debía de tener gran importancia para el aborigen de la Española que elaboró el cemí o no hubiera sido destacado de tal manera como en el del Bahoruco.