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El Caribe bajo presión: un asedio a Venezuela que podría salpicar a Cuba

  • La Cumbre de las Américas fue aplazada en un contexto de tensiones inéditas en el Caribe
  • Estados Unidos reforzando su presencia en el Caribe y las tensiones aumentando en torno a Venezuela y Cuba

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Marina de los Estados Unidos donde se muestra el USS Gerald R. Ford (CVN 78), el portaaviones más grande del mundo navegando por el Estrecho de Gibraltar el 1 de octubre de 2025.

SANTO DOMINGO.– La posposición de la Cumbre de las Américas funciona como una señal política que confirma que el Caribe atraviesa un pico de tensión poco común y que tiene como telón de fondo el despliegue militar estadounidense a gran escala en la cuenca.

El movimiento de portaaviones, buques, aviones y logística que Washington encuadra en la “guerra contra el narcotráfico”, por su volumen, alcance y geografía, puede interpretarse como una preparación para escenarios de fuerza en torno a Venezuela, con efectos de arrastre sobre Cuba, especialmente en el suministro de petróleo.

La propia Cancillería dominicana, al anunciar el aplazamiento, aludió a las “profundas divergencias” que impiden hoy un diálogo hemisférico productivo, validando el diagnóstico de un clima extraordinariamente crispado.

Recientemente, Reuters documentó la reactivación y modernización de la antigua base de Roosevelt Roads, en Puerto Rico inactiva desde la Guerra Fría, junto con obras de apoyo en aeropuertos cercanos, conformando un andamiaje de predespliegue a menos de 800 km de la costa venezolana. El patrón observado (pistas, calles de rodaje, áreas logísticas) es típico de un punto de puesta en escena para operaciones sostenidas, no solo de tránsito.

A ello se suma una presencia naval y aérea “inusualmente amplia”. El propio presidente Donald Trump se ha encargado de reportar múltiples ataques letales contra botes acusados de narcotráfico en aguas próximas a Venezuela y, más recientemente, en el Pacífico oriental.

Lea también: EE.UU. respalda decisión de República Dominicana de posponer la Cumbre de las Américas

No hay anuncio formal de una operación terrestre ni aeronaval “clásica” sobre Venezuela. Pero el conjunto de señales como la preparación de bases, el despliegue militar, la legalidad de los golpes y la retórica de “narco-terrorismo” hace plausible un escalamiento hacia acciones de mayor profundidad.

El discurso de Estados Unidos frente a Nicolás Maduro y su régimen permite hacer un paralelismo con el utilizado previo a la invasión a Panamá para derrocar al general Manuel Antonio Noriega, iniciada el 20 de diciembre de 1989.

Antes de la incursión militar estadounidense, al general Noriega se le formularon acusaciones por sus comprobados vínculos con el cartel de Medellín, encabezado por el sangriento Pablo Escobar, y de haberse hecho del poder de manera fraudulenta, propiciando persecuciones y ataques físicos contra sus opositores.

A Nicolás Maduro se le hacen las mismas imputaciones de vinculación con el narcotráfico al propiciar el denominado Cartel de los Soles; incluso, en su contra pesa una orden de captura y hasta una recompensa. De igual manera, los países de la región no reconocen a Maduro como presidente de Venezuela por haberse aferrado al poder mediante fraude electoral y por establecer una tenaz persecución contra sus opositores, cuyos principales exponentes han tenido que ir a la clandestinidad o al exilio.

El escenario es similar, pero los dos países son diferentes. Las posibilidades de una invasión terrestre a Venezuela no son las mismas que las de Panamá en 1989, por lo que no se descartan acciones a distancia o puntuales para desestabilizar internamente el régimen de Maduro, dejando el trabajo de infantería a los propios venezolanos desde su territorio.

Efecto dominó sobre Cuba

Si el vector de presión se intensifica sobre Venezuela, su aliada Cuba puede sufrir una afectación inmediata por el petróleo.

La economía cubana depende de envíos venezolanos que han oscilado entre los 27,000 y 52,000 barriles diarios en 2024-2025, según datos de Reuters y registros recientes de exportación. Cualquier interrupción operativa ahondará la crisis energética cubana.

El cuadro se agrava porque la producción interna de Cuba ronda los 40,000 barriles diarios, apenas un tercio de su demanda (aproximadamente 120,000 barriles por día), y su crudo pesado y sulfurado deteriora los equipos.

La Habana depende de corredores opacos y apoyos puntuales (México, Rusia, China). Un endurecimiento del control marítimo o una caída de exportaciones venezolanas impactaría inmediatamente en los apagones y el transporte.

Pero no solo eso: hay un aspecto que tiene que ver con la política interna de Estados Unidos y que no puede pasar desapercibido. El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, es un exlegislador de Florida, de origen cubano, que tiene en el anticastrismo una de sus principales fuentes de sustentación.

Posposición de la cumbre, una señal

La decisión anunciada por el gobierno dominicano —pero que en definitiva fue coordinada con Estados Unidos, que de inmediato anunció respaldar la medida— confirma que el entorno no es de “diferencias normales”, sino de una tensión profunda que trasciende la discursiva.

El comunicado oficial dominicano habla de divergencias profundas y de una agenda regional ingobernable en estas condiciones, un diagnóstico consistente con el aumento de la letalidad en el mar, la densidad del despliegue y la multiplicación de incidentes con Venezuela.

La decisión de aplazar evita una cumbre dominada por la crispación o por eventuales reclamos a Estados Unidos debido a acciones que pudieran producirse antes del 4 de diciembre, fecha en que estaba prevista.

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