Bloomberg.-El juicio político de una presidenta fue traumático. La perspectiva de dos consecutivos propagó el temor y la incredulidad por Brasil el jueves, mientras la policía federal registraba casas de políticos, helicópteros sobrevolaban la capital, los mercados colapsaban y un presidente desafiante Michel Temer declaró que no renunciaría.
Han pasado apenas 12 meses desde la destitución de su predecesora, Dilma Rousseff, por cargos de violación de las leyes presupuestarias.
Las denuncias contra Temer también podrían terminar su mandato, si lo que el periódico O Globo informó es cierto: que respaldó pagos secretos al ex presidente de la Cámara baja del Congreso.
La noticia explotó “como una bomba atómica”, según palabras de Alessandro Molon, político de la oposición.
Se multiplicaron los llamamientos a la destitución del presidente. Temer estuvo encerrado en reuniones con asesores durante gran parte del día anterior a su discurso televisado, en el cual dijo que tenía la intención de seguir al mando y demostrar su inocencia. “Sé lo que hice”, dijo. “Sé que mis acciones fueron correctas”.
Para los inversores que se convencieron de su promesa de promover medidas de austeridad en un país que soporta la peor recesión hasta la fecha, la jornada supuso un duro golpe, con una caída del 15 por ciento en las acciones de la empresa estatal Petróleo Brasileiro SA, que está en el centro de la amplia operación de investigación de corrupción Lavado de Autos.
Las pérdidas bursátiles totalizaron US$150.000 millones.