
Cuando el tiempo permita una mirada retrospectiva sobre la administración del presidente Luis Abinader, posiblemente el manejo de la crisis haitiana destaque entre los puntos luminosos.
Este interés se hizo manifiesto antes de que la crisis del Estado vecino alcanzara los niveles de dramatismo que la han caracterizado a partir de la muerte violenta del presidente Jovenel Moïse.
Por lo visto entre ambos había prendido un espíritu de colaboración que incluyó programas de siembra de árboles del lado haitiano con la participación activa del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales.
Una muestra de este acercamiento personal, y quizá político, se encuentra en los primeros días de enero de 2021, en Elías Piña, donde ambos presidentes tuvieron un encuentro del que se le daría parte a la prensa un fin de semana de aquel mes.
El día siete de julio del mismo año, en la madrugada, era asesinado el presidente Moïse en la habitación matrimonial y desde entonces cada episodio nuevo de la política haitiana ha sido peor que el precedente.
Durante una entrevista y almuerzo reciente con periodistas del Grupo de Comunicaciones Corripio, el Presidente hizo una breve referencia a su trato con el presidente Moïse y tocó lo que entonces se decía que era un plan del asesinado mandatario haitiano: la reforma de la Constitución.
Esta reforma de la Carta fundamental haitiana, según el presidente Abinader, sería de mucha utilidad en aquel país si la política lograra quitar la figura del jefe de gobierno, que no es otro que el primer ministro.
Pero el enredo de la madeja política haitiana es de tales proporciones que ponerse de acuerdo para cambiar la Constitución es prácticamente imposible.