El amor y la política

El amor y la política

El amor y la política

Dr. Rafael Molina Morillo, director de El Día.

Por más que parezcan diferentes, el amor y la política tienen mucho en común. Así lo manifiesta la popular copla que reza:

Ni contigo ni sin ti
tienen mis males remedio;
contigo, porque me matas
y sin ti, porque me muero.

Efectivamente, tanto como el amor, la sociedad necesita de la política para dirimir civilizadamente las diferencias entre sus partes.

Aristóteles sentenció hace miles de años que la política, ejercida bajo normas éticas, es una actividad noble.

El amor, agrego yo, sujeto por igual a normas de buena conducta, es también una actividad noble.
Lástima que tanto en uno como en el otro caso se infiltra en ambas actividades gente indeseable que solo busca un beneficio personal a costa de indelicadezas, engaños y tramperías en perjuicio de los demás.

Sobre todo en la política criolla, el “¿dónde está lo mío?” parece ser el himno de esos falsos patriotas que, cuando alcanzan una posición determinada, su único objetivo es robar.

Los malos ejemplos de no pocos supuestos políticos están a la orden del día: congresistas que se autoasignan partidas de dinero bajo el manto de los llamados “barrilitos”, diputados envueltos en el negocio de la introducción ilegal de extranjeros al país, funcionarios que olímpicamente se niegan a hacer la declaración jurada de sus bienes, otros que cobran comisiones a cambio de “favores” especiales y una larga lista de corruptos de los más variados matices.

¿Podremos algún día ser ejemplo de algo mejor en el ámbito de la política, de tal manera que pongamos remedio a nuestros males, sin que nos maten ni muramos?

Como decíamos al principio: sin ti, muero, pero contigo me matas.



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