Domingo de Ramos: entre palmas, fe y tradición, comienza la Semana Santa
SANTO DOMINGO.– Las calles se llenan de palmas bendecidas, los templos rebosan de feligreses, y en muchos pueblos dominicanos resuena el eco de cantos, procesiones y dramatizaciones que anuncian el inicio de la Semana Santa.
El Domingo de Ramos marca el inicio de la semana más significativa para la cristiandad, pero también es el recuerdo permanente de lo voluble y manipulable que puede ser la población que un día puede proclamar “Bendito el que viene en nombre del Señor” y cinco días después está pidieron, para la misma persona, un “crucifíquenlo, crucifíquenlo”.
Cada año, millones de cristianos recuerdan la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, montado en un burro y recibido por una multitud que lo aclamaba como rey. Aquella escena, descrita en los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, tiene una carga simbólica profunda: un Mesías que entra sin armas, sin ejército, con humildad, pero con la certeza de una misión que cambiaría la historia de la humanidad.
La imagen de Jesús entrando a Jerusalén montado en un asno no fue casualidad. Cumplía la profecía del profeta Zacarías (Zac 9,9): «Alégrate, hija de Sion, mira que tu rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un asno.»
El domingo de Ramos, para la cristiandad tiene un tono agridulce porque es una celebración que anticipa el sacrificio. La relevancia de este episodio que plasmado en que los cuatro evangelistas le dan un profundo abordaje como antesala de los días más difíciles de Jesús de Nazaret en la tierra.
¿Desde cuándo se celebra? Un viaje al siglo IV
Aunque el evento original ocurrió alrededor del año 30 d.C., y está consignado en los cuatro evangelios, la conmemoración litúrgica como tal comenzó a tomar forma varios siglos después. Fue en Jerusalén, en el siglo IV, donde se empezó a recrear con fervor aquella entrada de Jesús.
La peregrina Egeria, una monja de la Hispania romana, dejó testimonio en sus escritos del entusiasmo con que se vivía esta procesión en la Ciudad Santa. Su diario describe cómo los fieles caminaban desde el Monte de los Olivos hasta Jerusalén con ramos en las manos, cantando himnos y salmos.
Desde Jerusalén, la celebración se fue extendiendo a todo el mundo cristiano. En Occidente, el uso de palmas, olivos o ramas autóctonas fue adaptándose a cada región. En zonas donde no había palmas, como en Europa, se usaban ramas de sauce, olivo, laurel o lo que hubiera a mano. En el Caribe, las palmas reales y canas se convirtieron en protagonistas naturales del rito.
Folklore dominicano: palmas, fe y comunidad
En República Dominicana, el Domingo de Ramos se vive con una mezcla de solemnidad y devoción popular. En parroquias rurales, es común ver cómo las palmas bendecidas se convierten en pequeños adornos que luego son colgados en puertas, ventanas o altares caseros, como símbolo de protección.
Algunas comunidades realizan pequeñas procesiones por las calles, con niños vestidos de ángeles, hombres representando a los apóstoles, y hasta alguien personificando a Jesús en su burro —un detalle que mezcla religiosidad con teatro popular, y que recuerda nuestras raíces sincréticas.
No falta quien conserve la palma todo el año, incluso seca, como amuleto de bendición. Y en algunos pueblos, se entretejen verdaderas obras artesanales con las hojas: cruces, trenzas, espigas, que luego son llevadas al templo como ofrenda.
En las urbes, feligreses hacen cruces con las palmas y lo cuelga en los espejos retrovisores de los carros, especie de adorno o amuleto, que puede durar hasta un año.
Aunque el llamado Triduo Pascual empieza el Jueves Santo, para la feligresía la Semana Santa inicia el Domingo de Ramos, que es la preparación al destino que Jesucristo tenía como ineludible.
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