Yo voté por Faride Raful. Tengo grandes esperanzas en su carrera política. Pero me preocupa que en vez de distanciarse o diferenciarse del ejercicio chabacano de la política, basado en denuncias cuyos detalles resultan temblorosos, comprometa su despunte como fogosa vocera de lo mejor de la oposición.

Al escándalo de Odebrecht la oposición no le ha sacado toda la ventaja política posible; pero para lograrlo no puede tirar con mala puntería. Me refiero al revolú mediático y congresual en torno al rol del publicista Joao Santana –condenado por corrupto en Brasil— como asesor de campaña del PLD.

Según Raful, el Gobierno pagó irregularmente RD$1,400 millones a empresas de Joao; pero abultó la cifra (decir mintió duele) por la friolera de mil millones. Sus colegas del PRM se escandalizan, pero resulta que nueva es solo su indignación, porque los datos fueron originalmente dados hace meses. Acusan de poca transparencia, pero memorias reclamadas del ministerio Administrativo están en línea desde 2014. La denunciología farragosa tiene al PRM donde está. Faride merece hacerlo mejor.