Tendemos a ver al miedo como sinónimo de cobardía, lo cual es un error. El miedo es un sentimiento, es una emoción que se tiene en determinadas circunstancias. La cobardía es una condición del ser, es una característica de la persona.

Los valientes sienten miedo, pero se atreven, desafiando sus emociones, dominando sus miedos. El cobarde ni lo intenta, dejando que sus emociones lo controlen, dejándose dominar de la cobardía.

Mi padre me contaba cómo en la guerra se le resecaba la boca durante los primeros combates. Su miedo era tan grande que el organismo dejaba de producir saliva, como respuesta fisiológica a un miedo muy intenso. Pero a pesar de eso se mantenía en la línea de fuego, disparando y jugándose la vida.

Pues si bien su miedo era muy alto, más alta era su valentía. Su apego a la causa por la cual luchaba lo llevaba a dominar el miedo.

El miedo nos ayuda a ser precavidos en los momentos de peligro, activa nuestras capacidades de reacción, es un sentimiento útil. La cobardía nos encierra en nuestra “zona segura”, nos priva de explorar cosas diferentes, nos mata la innovación y la creatividad.

El miedo de que tu hijo se ahogue te hace saltar al mar para salvarlo, la cobardía te impide actuar y te deja viendo como el niño se ahoga.
Lo malo no es sentir miedo, pues es como sentir frío, calor, hambre o sed. Lo malo es ser cobarde.